Said Jedidi es periodista y escritor. Director de ingfomarruecos.ma y de conacebntomarroqui.blogspot y embajador de la Paz por el Circulo Universal de Embajadores de la Paz (Suecia/Francia)
Nadie sabe, hasta ahora, cuantas hectáreas de bosque ha sido pasto de las llamas de los incendios forestales en algunos países del mundo ni el verdadero número de sus víctimas mortales.
Amparándose en la demagogia de rigor para ocultar su desastrosa gestión, algunos regímenes presentan la tragedia a su manera. No obstante, la realidad es infinitamente más triste y las consecuencias mucho más trágicas.
Canadá, Italia, Francia, Argelia… diferente argumento, mismo desastre ecológico que exige una nueva opción de sentido común, una fuerte dosis de realismo y, sobre todo una valerosa renuncia al egoísmo y a la autosugestión de grandeza.
La situación es grave… incluso muy grave, no solo en los mencionados países, sino en todos los países. Una especia de advertencia/sanción de la naturaleza para una más real y realista concepción de los verdaderos problemas de nuestro planeta, arrasado por divergencias gratuitas, autosuficiencias y un infame sentido de obcecación y desaciertos en los objetivos y en las estrategias.
A veces, como actualmente, la grave situación exige de nosotros pensar en lo que nos une màs que en lo que nos separa.
Arden nuestros bosques, lo que representa una amenaza global y un peligro general y generalizado, alimentado por discrepancias de criterios, apetitos hegemonistas e injustificados odios y rencores.
Nadie está al abrigo. La acelerada incineración de nuestro eco sistema es una amenaza contra todos, por lo que, si pedir ayuda entre todos y solidaridad para los menos aptos a defenderse seria exagerado e irrealista, por lo menos, permitirse el acuciante lujo de ofrecerse el tiempo de pensar y reflexionar sobre los motivos y las razones que nos han llevado a este borde del desastre.
