Se llamaba “Radio Tarfaya: Voz de la unidad y de la liberación”… la ilustración misma de la improvisación y la incertidumbre pero también uno de los primeros signos precursores de la recuperación de las prov incias del sur del pais. Sin estrategia de comunicación precisa ni instrucciones claras, salvo algunas puntualizaciones del gobernador de Tan Tan, el difunto Salah Zemrag y algunas confusas orientaciones desde Rabat, solo la buena voluntad de un reducido grupo de grandes profesionales y su experiencia ha podido establecer lo que podríamos llamar una línea editorial. Nadie sabia a quien se debía atacar y a quién elogiar: Al Polisario aun relativamente lejos de los brazos de Argelia o al PUNS (Partido de la Unión nacional Saharaui) que dirigían Ikhalihanna Ould Rchid, Khalil D’hkil y otros impulsado por España y sus autoridades coloniales en Layun. Este último parecía más propicio y más idóneo para la tesis personal de cada comentarista o cronista, debido a su proximidad de la potencia colonial y a su posición para con la integridad territorial de Marruecos. Al final, todos y cada uno optaron, cada cual a su manera y conforme a sus informaciones, a considerar al PUNS como principal enemigo del reino.
Tres departamentos: El árabe, al hassania y el español. Era idea del propio Hassan II el cual había insistido en la creación de una sección en español. Tanto es así que el primer ministro de la época, Ahmed Osman se encargó personal y “entusiasmadamente” de dar cuerpo al proyecto y posteriormente a la puesta en pie del departamento en español. Fue él el intermediario entre el rey Hassan II y el ministro de Información de la época y el director general de la RTM de la época, los difuntos, Ahmed Taieb Benhima y Abdellatif Khaless.
No obstante, tanto Osman como el resto de los responsables en la RTM y en el ministerio marroquí de la información, en colaboración con las Fuerzas Armadas Reales se limitaban a dar los medios para llegar a Tarfaya luego…
La idea de Hassan II era genial: Crear un medio de comunicación dirigido a una sociedad excepcionalmente móvil, empeñada en ver como problema todo cambio de su estatuto ancestral, inherente de llegar a todas las capas sociales del Sahara (un transistor en el Sahara costaba menos de 20 Dh el equivalente de 20 pesetas de la época y se podía ocultar o camuflar). Ni la prensa escrita ni la televisión podían cumplir esta delicada misión. Faltaban hombres y herramientas. No se atinó en el momento de elegir ni a los primeros ni a las segundas.
Fue así como Radio Tarfaya, una pequeña casa de dos habitaciones, una de ellas ordenada bajo forma de estudio y otra para todos los usos: redacción, montaje y hasta comedor, logró llegar, con medios técnicos rudimentarios, a los puntos más recónditos de la geografía saharaui, impacto de manera considerable en la mayoría de sus auditores.
La llamada Nagra[1] era la señora de la situación: concepción, grabación, montaje, reportaje y hasta la difusión.
Para la radio Tarfaya la misión más que difícil rozaba lo imposible: En radio Layun había todo un fenómeno de la comunicación y de la demagogia. En sus comentarios en Assani Al Hassan R’guibi, alias, Ali Hassan Ahmed Ali Abdellah no dejaba a nadie indiferente, ni siquiera a las autoridades.
Por la noche los comentarios de los habitantes de Tarfaya y cercanía, incluidos los militares oscilaban entre el humor y la ironía, interpretando lo que Al Hassan R’guibi haya revelado sobre Marruecos y sus responsables.
Sutil y exhaustivamente inteligente jamás dijo una sola silaba contra la monarquía, no así contra los miembros del gobierno y demás actores del poder marroquí.
Acabó siendo víctima de los que nunca comprendieron este juego.
Por otra parte, mientras que los que estaban en contra de Marruecos luchaban contra su propia identidad, la nueva radio tendía a crear un equilibrio entre la identidad y la adhesión a la nación, por lo menos esto es lo que declaraban los pocos responsables que llegaban a Tarfaya y que lo hacían bajo forma de Safari.
Recién regresado de España donde ejercía en 24 Horas de Radio Nacional de España con Abel Hernández y otros monstruos de la información y la comunicación españolas de la época como Eduardo Sotillos o Fernando Aziz, conocía a la potencia ocupante y sus defectos, lo que hizo creer a las autoridades coloniales en Layun de que yo era un legionario fugado de alguna concentración militar en el Sahara.
El “Espionaje” y “contraespionaje” rudimentarios (los habitantes de Tarfaya que se desplazaban entre la ciudad y Layun nos informaban de los rumores en la capital del Sahara ocupado). Tanto fue así que tuve que comenzar mis comentarios en árabe: Bismillahi Arrahman Arrahim[2].
La psicología del rumor daba cuenta de que la sección española, recién creada en esta estación “regional” ha suscitado un vivo interés, desatándose un comienzo de polémica y de comentario por los contenidos de mis comentarios y crónicas.
Mi “Antes de Olvidar”, según diversas fuentes, era el más seguido por los sahrauies y por la legión española en el Sahara.
Lustros después en mis encuentros durante conferencias o coloquios organizados por universidades o instituciones españolas o latinoamericanas con algunos dirigentes polisaristas, me dijeron que eran asiduos oyentes de aquellos comentarios y crónicas en español de Radio Tarfaya. Algunos de los cuales como Hadj Barikaalah me expresó incluso aunque discretamente su admiración por “aquél trabajo”.
Ideas como por ejemplo que en el barrio Martín de los Eros en Madrid hay más escuelas que en todo el “Sahara español” o en una callejuela de la capital como calle Barco, había más hospitales que en todo el territorio ocupado por España suscitaba, cuando menos, la curiosidad de los que no conocían a España, levantando debates y discusiones.
Llegábamos a prácticamente todas las franjas de la sociedad saharaui e incluso a las guarniciones militares a lo largo del territorio del Sahara. Tanto era así que, poco después, comenzaban a llegar a Tarfaya algunos legionarios, escapados de sus unidades y de los cuales se encargaban las autoridades militares marroquíes en coordinación, al parecer, con sus homólogas españolas.
Sin teletipos (indispensables en la época -1975- ) ni despachos de prensa, ni corresponsales ni enviados, con un aparato de radio como fuente y caudal parte de los francotiradores de Radio Tarfaya se pasaban el día con la trascripción de los informativos de Radio Nacional en Rabat. Todo el mundo se apoyaba en el estilo, la elegancia literaria y los interminables textos en prosa, casi poéticos. Toda una acrobacia informativa y lingüística a falta de datos y de informaciones exactas, precisas y concisas. Nadie quería admitir, menos revelar que Marruecos había mostrado durante lustros, una negligencia mortal para con esta región y su paisanaje. Misión imposible: Más de destruir una imagen, se trataba de destruir un imaginario.
Más que una estación de radio destinada a formar e informar, Radio Tarfaya parecía una sección de literaturas árabe, hassania y española de una universidad de letras. Pero al mismo tiempo el primer eslabón en lo que iba a ser la batalla por la recuperación de esta parte del Reino y el primer frente aun en estado embrionario de lo que meses después iba a ser la Marcha Verde.
-IV-
En aquella Tarfaya cuyas calles parecían silenciosos laberintos en los que la vida casi cesó de existir, la comunión entre lo militar y lo civil era, además de paradójica, perfecta para el ejercicio de aquella, para ambos, misión-crucigrama.
En Tarfaya no era raro encontrar a un grupo de personas con la mirada convergida hacia el cielo durante, a veces, horas, esperando poder determinar con exactitud si se trataba de un ave o de un avión o avioneta: Su afán consistía en poder ver un rostro nuevo.
Parecía recién salido de la edad dorada árabe. Un gran profesional: riguroso con el trabajo, minucioso en la elaboración de programas o la redacción de los informativos, tranquilo hasta la inquietud, amigo de sus amigos y un gran maestro de la información y de la vida en general.
Se llamaba Mohamed Gharbi. Era tangerino y lo repetía hasta la saciedad: ‘Cuando se es de Tánger no se puede ser de otro lugar’.
Si Mohamed tenía razón…él que creía que un esfuerzo abortado es más excusable que un error y contrariamente a Espinosa, Si Mohamed creía que nunca se puede recuperar las pasiones positivas. Cada una de sus palabras era una lección, enseñaba aprendiendo, y aprendía enseñando. Era exageradamente exigente pero nunca grotesco. De una serenidad contundente y de una paciencia proverbial un día…
Eran las 12H57. Faltaban tres minutos para el informativo de las 13HOO. Con el boletín de noticias en las manos, Si Mohamed esperaba la hora del informativo. De repente puso el boletín en una silla y se ausentó unos segundos. Al advertirle el regidor la hora del informativo, Si Mohamed le indicó una cabra que desguataba los últimos papeles del boletín de noticias.
No entiendo
Pues si esta claro, que la cabra se ha comido todo el boletín.
¿Y qué hacemos?
No lo sé. Lo mío es redactar y leer, lo tuyo es encontrar soluciones a este tipo de situaciones.
El diario hablado ha tenido que ser aplazado una hora… porque una cabra que pasaba por allí se comió todo el boletín.
Mientras tanto, “Khay” Mohamed ni siquiera emitía una sonrisa fortuita. Una vez solos me confesó: “Si la cabra y lo que hizo forma parte de este enigmático paisaje y paisanaje. Por ello no me ha sorprendido. Hemos visto cosas más raras aquí”. Lo suyo no era la duda que conduce a la arrogancia sino la constatación que desemboca en la certeza…una concepción casi teológica, sin convicciones absolutas ni diagnósticos precoces.
Si Mohamed Era un gran hombre, un gran profesional y un gran humanista. Ėl, como el filósofo Henry Bergson “nunca escuchaba lo que decían sino veía lo que hacían”. Calificaba la autosuficiencia militar de “enfermedad huérfana” aunque tenía a muchos buenos amigos militares. Respetaba únicamente a los que merecen el respeto y no despreciaba ni siquiera a los que mostraban una ausencia total de reflexión.
La larga ausencia de Marruecos y su poquísimo interés por la zona hizo que la inmensa mayoría de los saharauis ignorara casi todo de su país… casi todo menos Radio Tánger y sus hombres, entre los cuales se destacaba Si Mohamed Gharbi. De tal modo que su llegada a radio Tarfaya aportó un valor añadido, dando un gran impulso a la proyección de la estación.
Nadie se lo reconoció nunca…
Amable hasta la exageración nunca decía no a cualquier trabajo, siempre y cuando sea a su nivel y al nivel exigido.
Asceta en lo que otros aspiraban con todas sus fuerzas, Si Mohamed Gharbi daba todo lo que tenia, tratando incluso de inculcar su inimitables sabiduría y clarividencia. Sus amplios conocimientos en materia de la historia contemporánea de Marruecos han contribuido, además de la rectificación de concepciones, a la mejora y la estructuración de los programas históricos de productores en ciernes.
Sus interminables conversaciones con sus espontáneos admiradores daban un nuevo aliento a Radio Tarfaya y a su gente. Era, para decirlo de alguna forma, otra radio paralela.
Su ejemplar serenidad era de notoriedad pública. Una noche, tras trasnochar con unos oficiales de las Fuerzas Armadas Reales antes de salir nos dieron la contraseña. Al llegar a la zona militar nos paró el grito del oficial de guardia:
¡Alto!
Dile la contraseña, me dijo “Khay” Mohamed.
No me acuerdo.
¿Cómo no te acuerdas?
Que no me acuerdo
¡Alucinante!
¡Alto! Volvió a ordenar el oficial. Era la segunda y con la tercera debía disparar, considerando que, quien ignora la contraseña es un enemigo.
La radio y televisión, soltó “Khay” Mohamed desde su escondite en el umbral de una casa.
Se encendieron dos proyectores verificando nuestra identidad. A Si Mohamed no le conmovió para nada aquella más que delicada situación.
Al día siguiente el propio coronel Hassanito vino a explicarnos el peligro que corríamos circulando por la noche sin contraseña.
Tampoco le conmovió la alarmante advertencia del oficial.
Ėl era así. Le gustaba repetir que “hay mucha diferencia entre vivir y existir”. Ėl trataba de vivir… a su manera, con análisis y prospectiva de las tendencias regionales que han conducido a la actual situación y a las motivaciones sociales que han moldeado la génesis de una eventual confrontación, auspiciada, alimentada, impulsada y teledirigida por la potencia colonial y por vecinos.
Sus programas eran delicia., lecciones que se debían aprender, datos que no se debía olvidar y luces que esclarecían las incertidumbres. Si improvisación era escuela: minuciosamente calculada que sus amplios conocimientos de la lengua árabe le inmunizaban contra el error o la interpretación. Buscaba la palabra justa, la expresión idónea, la frase conveniente. Todo en sus comentarios o análisis informativos estaba ponderado, medido, pesado y exhaustivamente elaborado, llegando a lo más profundo de las convicciones de todos: desde la élite hasta el hombre de “a pie”.
Cuando hablaba lo hacia en voz muy baja, casi murmurando como si conservaba su voz para el micrófono y la locución y cuando se reía parecía reírse de la vida y de sus codicias.
No conocía ni los privilegios ni los beneficios ni siquiera el interés del Estado. “Lah yeghnina ala alamin”[3] solía repetir con frecuencia como si dijera a los demás que prescindía de sus favores y sus ventajas.
Para todo el mundo era “Khay” (hermano) Mohamed. Hermano de todos y cada uno. Hermano hasta de los que le envidiaban por su saber hacer. Era hermano y maestro lo que no podía agradar a todos. “nunca llueve al gusto de todos” comentaba cuando se lo recordaba. Para él todo el mundo era señor hasta el más insignificante de los seres humanos. Los quería a todos y no escatimaba esfuerzo alguno para ayudarlos en lo que sea. Nunca pidió nada para él, tanto que muchos le llamaban “El santo”. Detestaba la rigidez y la hipocresía sociales y pensaba en voz alta. Nunca tenía nada que ocultar. Era límpido, transparente y auténtico. Si Mohamed Gharbi se comportaba como un bohemio aunque él era un caballero. Más que leer devoraba toda letra ante sus ojos. “Aprender se aprende de todo y en cualquier sitio”, solía aconsejar a los autosuficientes que proliferan en la profesión de periodismo.
Con su gorra y su ancho pantalón vaquero, Si Mohamed parecía un cura de las comarcas latinoamericanas. Sus anécdotas eran leyendas que no comprendía más que él. Y su historia…toda su historia la resumía en el momento en que se atrevía a contarla.
Amante de la poesía árabe clásica solía terminar a menudo sus conversaciones con un verso. No desplegaba absolutamente ningún esfuerzo para convencer… él mismo era la sinceridad y cuando hablaba mantenía entreabiertos los ojos como si no Quisiera verlo todo.
Gracias maestro por todo lo que nos inculcaste.
[1] Nagra es una marca de grabadoras sonoras portátiles profesionales concebidas en 1950.