Tú, por ejemplo

  América Latina: La diplomacia argelina cuesta abajo y sin frenos        

 

“Ahora cuesta abajo en mi rodadaLas ilusiones pasadas

Ya no las puedo arrancar.

Sueño, con el pasado que añoro,

El tiempo viejo que hoy lloro

Y que nunca volverá”,

 Canta Carlos Gardel

 

Por Hassan Achahbar (*)

La pulseada no afloja entre Argelia y Marruecos. La causa, el añejo y trabado conflicto del Sahara que sigue dividiendo aguas entre los vecinos mayores del Magreb. El real fondo del conflicto, sin embargo, lo constituyen los territorios marroquíes que Francia le anexó a su ex-provincia africana de Argelia en 1952.

Ante la mirada pasiva y cómplice de los “occidentales” y la felicidad de los fabricantes de armas, los hermanos magrebíes se libran durante cuatro largas décadas y sin tregua, una guerra de desgaste caprichosa y con más reveses que aciertos para cada uno de los bandos.

Esa confrontación, absurda e infructuosa, adquiere tintes insólitos en Europa, especialmente en la vecina España, por la implicación directa de un sinfín de ONGs, supuestamente de defensa de Derechos Humanos, y de grupos políticos parasitarios, movidos todos por intereses creados, que presionan permanentemente a favor de Argelia y en apoyo al separatismo saharaui, mientras que los gobiernos de turno, del color político-ideológico que sea, se refugian en un silencio sospechoso y se ocultan detrás de una cortina de neutralidad, lógicamente favorable a Marruecos.

En las cancillerías de Asia y Oceanía, la posición defendida por Marruecos cosecha más adhesiones, excepto en dos casos: las insignificantes voces de Corea del Norte y Timor-Leste, que se acogen alegremente a la tesis argelina y apoyan la autoproclamada “república saharaui”.

Todavía no está del todo definida y aclarada la relación de fuerzas en África, aunque, a juzgar por los últimos acontecimientos, la balanza se inclina cada día más del lado de Marruecos, tras décadas de favoritismo argelino. Lo nuevo e interesante aquí es esa importante apertura marroquí sobre el África anglófona, un grupo de países que hasta hace poco hacían lobby y estaban más comprometidos hacia la marca separatista comercializada por Argelia.

En esta línea, se enmarca sobre todo la reciente gira del Rey Mohammed VI por Ruanda y Tanzania, y también la inesperada decisión de volver a ocupar un “lugar natural y legítimo” en la Unión Africana (UA), la organización continental de la que Marruecos se separó en 1984 tras la admisión forzada de la presunta república saharaui.

Por lo visto y dada la nueva correlación de fuerzas en África, es de suponer que la madre de todas las batallas se gestaría en Latinoamérica donde Marruecos acaba de renovar la casi totalidad de los jefes de sus misiones diplomáticas y Argelia intenta reactivar unas viejas estructuras de “solidaridad con el pueblo saharaui”.

 

(Marruecos acaba de abrir dos nuevas embajadas residentes, la primera en Panamá y la segunda Paraguay, reforzando así el trabajo de las ya existentes en Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Guatemala, México, Perú, República Dominicana y Santa Lucia)

 Tal vez no sea nada fácil prever el desenlace final de esta nueva pulseada, teniendo en cuenta la fragilidad de los terrenos que se pisan, la complejidad de los intereses en juego, la naturaleza de las alianzas tejidas a lo largo de los años y los múltiples vaivenes de ciertos gobiernos latinoamericanos y caribeños resultando de las indefiniciones y la inmadurez que caracterizan sus posiciones cambiantes.

Y lo más probable es que la incertidumbre, todavía latente en la región, dure por mucho más tiempo. Como sea, en la nueva fase, Marruecos está mejor equipado y preparado y le toca, a él exclusivamente, pisar el acelerador tanto para el esperado remate final en Latinoamérica y el Caribe como para asegurar los recientes avances a favor en África.

Nadie duda de que la herida, causada por el doloroso conflicto del Sahara, seguirá abierta y sangrando por tiempo indefinido y que Latinoamérica será el escenario más probable para dirimir la vieja competencia Argelia-Marruecos. Es por este motivo que Argel ha dado avisos, y existen suficientes indicios, de que su está buscando reactivar las arcaicas estructuras de “solidaridad” en diferentes frentes, hasta en aquellos países que le han negado rotunda y definitivamente el permiso de radicación y de pase a su mimada criatura, la presunta república saharaui.

Será imposible repetir los éxitos de los años 1979-1982 cuando Argelia avanzó sobre el continente, valiéndose de la ayuda del régimen cubano y aprovechando las escandalosas fallas de una autista diplomacia rival que, a pesar de su larga tradición y experiencia, tardó eternidad en reaccionar, permitiendo así al rival sacar más ventaja en la competición.

Para su juego, siempre con cartas marcadas, Argelia apenas invirtió en regímenes receptivos, en grupos radicales alienados y en redes de ONGs corruptas y fue así como sumó valiosos puntos sin elevados costos financieros y sin los inagotables recursos culturales e intelectuales de su contrincante.

Esto sí, utilizó brillantemente las imperdonables negligencias de una diplomacia rival ingenua por depositar demasiada confianza en los principios éticos de los gobiernos y en la primacía del derecho internacional. Por eso, desnudar la pesada herencia de la piratería diplomática argelina ha sido para Marruecos una tremenda tarea, quizás su más formidable y angustiosa asignatura.

En el doloroso trance, lo bueno y positivo es que Argelia ha tocado su « cielito lindo » y no aspira más a mejores resultados, sobre todo ahora con la chequera petrolera encogida y en medio del hartazgo generalizado que provoca su obsesión por la creación de un ente títere en el Sahara.

Hoy, la situación es definitivamente distinta de lo que ha sido en años anteriores. Y si Argelia todavía tiene permiso para seguir festejando los grandes éxitos de tiempos pasados, su diplomacia, otrora arrogante y agresiva, está de retirada en todos los frentes y anda de capa caída.

No obstante, y si bien es Marruecos el que ahora marca el paso del baile y es, también, rey en la pista, un oportuno desempate dependerá de la determinación con que los contendientes barajarán las cartas, de cómo reenfocarán las estrategias futuras y de qué forma encararán los retos pendientes.

Aun así, en el sprint final en la loca carrera de salto de obstáculos empezada a mediados de 1975, no es fácil acertar los pronósticos sin primero comprender las razones y especificidades de cada uno de los 33 integrantes de la nueva Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el bloque constituido con el objetivo de profundizar la concertación y la cooperación regional (excluyendo Canadá y Estados Unidos).

Es de suma importancia enfatizar, en este marco, el gran papel que juegan los distintos bloques regionales, tales como el Caricom (Comunidad del Caribe), el Mercosur (Mercado Común del Sur), la Alianza del Pacifico (AP) y el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). Y no estará demás recordar que en cada uno de estos espacios de integración se forjan, se debaten y se fijan los criterios basados en la concertación plural y multilateral. 

También hay que destacar el novedoso proceso de consultas multilaterales en materia de política exterior iniciado a principios de la década, en el caso concreto del Sahara, por los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y Perú. Por ello y por otros motivos, Argelia perdería su tiempo si todavía cree que se puede jugar por fuera de estos mecanismos para forzar decisiones unilaterales en asuntos de política exterior.

Hoy, una quincena de países latinoamericanos y caribeños ha retirado el reconocimiento o congelado la relación “diplomática” con la presunta “república saharaui”, mientras que una docena de Estados siguen rezándole al santo argelino, obviamente cada cual sus cálculos y motivaciones.

Y ni que decir de los  “ABC” (Argentina, Brasil y Chile) que forman con Bahamas, Canadá y Estados Unidos, el selecto Club de las Naciones del hemisferio occidental que jamás se han dejado seducir por la piratería diplomática argelina ni caer en la trivialidad de la tesis separatista.

Todavía falta andar un buen trecho antes de cantar victoria. En América Latina y el Caribe, al igual que África, el gobierno argelino sabe que no para de perder terreno. Su actual carrera contra reloj transcurre en caminos sinuosos cuesta abajo y sin frenos para su piratería diplomática.

Sin embargo, los apoderados Argel y los busca-recompensas, aun sin tracción en las ruedas y sabiendo de que es un esfuerzo inútil y en vano, ansían desesperadamente remontar la pendiente. ¿Se los permiten las menguadas reservas internacionales de una Argelia extenuada e insolvente tras la caída del precio del crudo, su única fuente de devisas?

La primera prioridad del gobernó argelino en América Latina y el Caribe es resguardar las últimas naves en los pocos reductos fortificados que le quedan. Ya resultaba indecoroso, escandaloso e inaceptable mantener una costosa presencia “diplomática” separatista, a cuenta de la ayuda humanitaria internacional destinada a los refugiados en los castigados campamentos de Tinduf.

¿Con qué argumento se justifica la existencia de “embajadas” del Polisario en capitales donde siquiera Argelia dispone de representaciones residentes, como Quito, Managua, Panamá y Montevideo, además de La Habana y México y los llamados pomposamente “embajadores especiales”?

 (*) Periodista especializado en temas iberoamericanos

 

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