Orgulloso por haber vendido un sombrero a Charlie Chaplin, un sombrerero londinense colocó un cartel en el escaparate que decía: “Nuestros sombreros son los mejores del mundo. Hasta el rey del cine, Charlie Chaplin, los usa”. Y a la mañana siguiente se encontró con que un competidor había pegado al cristal del escaparate otro cartel en el que ponía: “Y por eso hace reír a todo el Mundo”.