¿Quién, entre los que se interesan por al-Ándalus, no reconoce la magna labor llevada a cabo por ilustres sabios españoles que iluminaron con luz propia las sendas de la investigación científica y enaltecieron, con dedicación y sabiduría, las instituciones académicas de España?Lograron, con sus laboriosos estudios, aunar esfuerzos con sus colegas de otros países para dar a conocer al-Ándalus en todo Occidente, durante un periodo que se extiende desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Excepto algunas plumas como la de María Jesús Viguera Molíns, todos sabemos cómo la posterior generación de arabistas españoles no ha cesado en recalcar el trabajo de los pioneros, lo que mermó su credibilidad con el paso del tiempo, dejando sus áreas de estudio estancadas en un círculo cerrado. Ante su incapacidad de emprender el camino de los maestros, sus plumas se vieron encauzadas por las cómodas sendas de la repetición, derramando su tinta en un mar profuso en suposiciones, opiniones contradictorias, posiciones conflictivas y análisis enmarañados. Tampoco pasan desapercibidos los que se involucraron, aprovechando los años de bonanza, en ofrecer la cubertura científica que se utilizó en vulgarizar al-Ándalus y vaciar su legado de su esencia histórica, convirtiéndolo en una exótica mercancía expuesta en el tenderete del mercado turístico. Ante el retroceso científico, el ruido mediático y la confusión generalizada, sería normal que irrumpiera la voz de la ignorancia y se desplegara la telaraña de la demagogia. No nos extraña ver como las editoriales sacan escritos de tipo: “Cuando fuimos árabes” de su autor Emilio González Ferrín que se identifica como “Profesor de Estudios Árabes e Islámicos” y como “Islamólogo” y también como “Historiador experto en los orígenes y evolución del Islam”. Aspira, según nos informa en la solapa, a “superar el orientalismo”. Sin embrago, desde el primer momento y antes de emprender camino, se le cae la pluma en el mayor anacronismo del orientalismo. En la realidad histórica como en las fuentes del saber, resultaría elemental reconocer que la identidad social andalusí no se puede, de ninguna forma, confundir con la árabe. Fueron los pioneros orientalistas quienes promocionaron las anacrónicas nociones de “España árabe” y “Portugal árabe”. Estaban entonces en la fase inicial, intentando descifrar el contenido de los manuscritos árabes. Los nacionalistas norteafricanos afiliados a partidos políticos y los militantes del panarabismo contemporáneo siguieron la corriente, formulando el improcedente concepto del “Magreb árabe”. Sería oportuno recordar, según averiguamos a lo largo de nuestra trayectoria científica (40 años de investigación histórica) que en ninguna de las fuentes árabes (andalusíes, magrebíes y orientales), se les califica a los andalusíes como árabes. Se les denominaba, simplemente, por su nombre. Parece mentira que un profesor de universidad adopte conceptos arcaicos y sin fundamento histórico mezclándoles, como ensaladilla, con terminología de última moda. Seria, según suponemos, por anomalías en la formación y con la intensión de sembrar confusión entre los jóvenes para poder desviarles de las vías del saber y encauzarles hacia los senderos de la palabrería. El autor se auto galantea presumiendo que su libro dedicado al Islam “separa, por fin, religión y cultura”. Sin embargo, correspondería añadir a su anuncio: “mediante una amalgama de palabras sueltas y sin rumbo”, para ser coherente con su contenido. No se necesita ser experto para saber que: “religión y cultura”, permanecieron perfectamente separados, en el pensamiento como en las instituciones andalusíes, durante siglos de su historia, aunque las actuales áreas de estudios árabes e islámicos en la universidad española, adolecen de la suficiente autoridad científica para ponerlo en evidencia. La distorsión se vuelve inquietante cuando es un profesor de universidad quien afirma que sus propósitos “giran en torno a una idea rompedora: analizar las fuentes del texto coránico y la llamada historiografía medieval”. Tarea que requiere, antes de dar el primer paso, una sólida formación científica en numerosas obras de al-tafsīr (interpretación del Corán) compiladas en letra árabe (idioma universal de las ciencias, durante la edad media) por eruditos sabios filósofos, eminentes lingüistas y cultos teólogos de distintas escuelas y confesiones. Requiere también un esfuerzo para adquirir conocimientos, mediante lecturas en el abundante género de escritos filosófico religiosos andalusíes. Es por supuesto elemental, según las normas metodológicas del saber científico, estar al tanto de los trabajos de investigación realizados por doctos en la materia. Dando de espaldas a todo ello, quedaría acertado el auto calificativo del autor. Se trata, efectivamente, de un nuevo arquetipo de profesores universitarios que irrumpe en el escenario académico para romper las reglas científicas, provocando un profundo daño a la credibilidad de su área de estudio. En este libro y en otros del mismo autor se trata, precisamente, de una “idea rompedora que se alimenta de los discursos vulgarizados mediante parabólicas abiertas 24 horas para desmantelar estados, aplaudir guerras y sembrar odio entre pueblos y naciones”. Ante el preocupante vacío científico que reina en los departamentos de estudios árabes e islámicos y en otros similares, no hay más remedio para relucir, que esconderse detrás de elocuentes términos, formular hermosos conceptos e inventar absurdos vocablos como se aprecia en el índice del libro: “¿Metodologismo?, “! Islamología !” Atasco epistemológico, Modernidad líquida, ostracismo… etc.”. Se trata de una técnica utilizada, durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, por autores norteafricanos afiliados a partidos políticos, con la intención de asustar a sus interlocutores, ganar la admiración de sus alumnos y lucir entre los mediocres. No nos sorprende que el autor se proclame fiel alumno de Ignacio Olagüe en sus fantasías que niegan el acontecimiento de Fath al-Ándalus y la incorporación de Occidente a Dār al-Islam, por iniciativa de Tāriq b. Ziyād en el año 711. La obstinación por no reconocer lo ocurrido y la obsesión por arrancar las raíces de al-Andalus llegó al límite del delirio proponiendo cegar las fuentes del saber histórico, da igual que sean escritos árabes o crónicas españolas. En otros momentos, se quemaron libros y bibliotecas, por odio e ignorancia. Recordemos que Olagüe es paleontólogo de formación, aficionado a la historia de al-Ándalus y no tiene la mínima idea de lo que es una fuente ni una letra árabe. Ha sido militante de la Falange española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. ¡“Cuando fuimos árabes”!!, me recuerda otra farsa plasmada por el mismo autor en un voluminoso libro que pretende ser: “Una Historia General de al-Ándalus”. Se trata, en este caso, de una especie de fuegos artificiales cuyas chispas se precipitan sin rumbo en todas direcciones. El autor no escatimó esfuerzos en camuflar sus fantasías detrás de un sin fin de nombres de ilustrados sabios andalusíes y célebres pensadores occidentales. En su intento por burlar al lector y conseguir la atracción mediática, decorándola con el subtítulo: “Europa entre Oriente y Occidente”, inspirado en la cubierta de la magnífica obra realizada sobre al-Ándalus por el célebre medievalista francés Pierre Guichard. En los dos casos, se había intentado embromar la inteligencia del lector hispanófono mediante los siguientes términos: “Estamos ante una de las obras más importante que sobre Al-Ándalus se han escrito”. Con esta insolente calificación, se permitió insultar en público a la memoria de toda una élite de arabistas españoles como: Francisco Codera, Miguel Asín Palacios, Julián Rivera, Pascual Gayangos, José Antonio Conde, Emilio García Gómez, Ángel Gonzáles Palencia, entre muchos otros más. Poniendo a un principiante en el rango de prestigiosos sabios especializados en la historia y civilización de al-Ándalus, como el holandés Reinhart Dozy, el francés Évariste Levi-Provençal y el portugués David López, entre otros, sería faltar respeto a sus nobles almas. Fdo: Dr. Ahmed TAHIRI ahmedtahiri31@gmail.com Catedrático de Historia Medieval (al-Magreb y al-Andalus) Sevilla a 20 de marzo de 2018