Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni de donde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, internada hace 11 meses en un hospital de Nuakchot, antes de decidir regresar a su país: Marruecos, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de Tinduf pero esto no lo sabrán a través de España y sus laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… preferente y casi exclusivamente con una ínfima parte de los saharauis.
El tiempo se le acaba al régimen militar argelino. Su Polisario o lo que queda de él (menos del 2%, según estadísticas españolas) va perdiendo plumas.
La brújula está averiada. En los atolladeros nunca se puede atravesar. Medio siglo de estériles esfuerzos para desestabilizar al vecino marroquí y, de paso, extender su hegemonía.
¡Imposible! Ni hoy ni mañana ni dentro de siglos. Las cosas lo que son. Solo la clarividencia, el sentido común y la visión exacta y no exagerada pueden conducir a algo.
El Magreb no es un agujero. Ni Argelia ni Marruecos son serpientes y si en un agujero no vive más de una serpiente, en el Magreb hay lugar para sus cinco países, ni uno más ni uno menos.
Creer lo contrario seria falsa ilusión, que ha conducido ya al país al borde del caos. Con Marruecos no sirven todas las milicias. El perverso sueño de torcerle la mano es una utopía. Marruecos está abierto al dialogo, a la concertación, a la convivencia, a la coexistencia pacifica y a la…. Confrontación…. Cualquier confrontación.
Habrá que elegir otra vía que las milicias. Otro camino que la coacción y otra fórmula que el sueño sin días siguientes.