Gulag argelino de Tinduf: Todo el mundo quiere irse
Mi identidad no importa, solo mi mensaje. Mi hermana ha vuelto a Marruecos tras meses de hospitalización en Nuakchot, pero el resto de mi familia sigue en los campamentos del Polisario en Tinduf, olvidados por la “solidaridad” internacional y los “derechos humanos”.
Casi medio siglo viviendo de una incierta ilusión. Se apagan, se desmoralizan y casi se resignan. Pero un brote de locura allí o más allá les devuelve el entusiasmo terrorista.
En Argel, nadie, ni siquiera el viejo Changriha cree aun en la posibilidad de poder desestabilizar a marruecos. Lo suyo es como recuperar, por lo menos, parte de lo invertido en aquella falsa ilusión. Para ello, un presupuesto adicional ha sido consagrado al gulag de Tinduf para evitar una sublevación que reclame el fin de la pesadilla y un retorno a la normalidad: vuelta al país, Marruecos.
Parte de este presupuesto se destina a los servicios de inteligencia civil y militar, encargados de vigilar de cerca a los miembros de la cúpula de la milicia, muchos de los cuales expresan, desde hace cierto tiempo, “ideas incompatibles con los proyectos del mentor argelino”.
En vano… como siempre. Al sol no se puede ocultar con un tamiz.
Lenta pero inoxidablemente, tarde o temprano con o sin represión, los rehenes de Tinduf recuperarán la palabra y dirán lo que siempre han pensado: ¡Viva nuestro país, Marruecos!”