Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni de donde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de argelinos de Tinduf y víctima de laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… La situación de la población de estos campamentos es real y potencialmente inquietante. Atada a la vida, la gente se pregunta con qué derecho fue sometida a tantas humillaciones y a tantos atentados contra su dignidad saharaui. Cunde la desconfianza y la parquedad. Desaparecen trágicamente la solidaridad, la fraternidad y el amor al prójimo. La gente no busca más que sobrevivir para el día siguiente con la eterna pregunta de que si alguna ayuda humanitaria internacional u otra limosna haya llegado al campamento y, sobre todo, si les va a llegar.
A la pregunta de que sin realmente hay algún grano de esperanza de arrebatar un día el Sahara a Marruecos, la cúpula dirigente argelina prefiere una fuga hacia adelante. Ni responde ni se queda callada. Al final sus interlocutores comprenden una sola cosa: si aún quieren vivir que no hagan este tipo de preguntas.
Explicación: En el Sahara marroquí, la junta militar argelina sabe que está en unas arenas movedizas. Ni puede avanzar ni puede retroceder. Pero si se queda difícilmente puede sobrevivir.
Demasiado daño ha hecho y demasiado daño puede hacerse. Han dicho tantas tonterías y tantas mentiras que el enemigo principal se hace el sentido común.
Mientras tanto, entre los dirigentes los hay que comienzan a creer que “no queda mucho tiempo para salvarse”. El Polisario lo ha hecho todo a perder. De país prospero y rico a país de pateras y de colas ante los consulados. Los estalinianos medios de comunicación comienzan a tener un efecto y un impacto literalmente inverso.
Los argelinos se preguntan lo que han ganado con el Polisario y lo que puedan ganar. Una imagen mancillada, un perfil deteriorado y una economía de mal a peor. La teoría de la “conspiración” y el “enemigo exterior” han dejado de servir.
Se equivocaron los difuntos coroneles que creían poder desestabilizar a Marruecos en un mes o dos ya van 48 años.
El régimen militar argelino se va dando cuenta de que es rehén del Polisario y no lo contrario.