Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni dedonde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, internada hace 11 meses en un hospital de Nuakchot, antes de decidir regresar a su país: Marruecos, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de Tinduf pero esto no lo sabrán a través de España y sus laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… preferente y casi exclusivamente con una ínfima parte de los saharauis.
El otro día, en Madrid, asistí a un extraño y discreto dialogo entre dos caciques polisaristas. Ambos querían saber, sin lograrlo, si aun existe alguna sombra de esperanza de su espejismo separatista.
Los dos hombres, cuidando sigilosamente sus propósitos, sabiendo lo que les pueda ocurrir de regreso al Guantánamo argelino de Tinduf, reconocían implícitamente que lo “que no se ha realizado en medio siglo, difícilmente puede ser realizable”.
El más joven, Salem (seudónimo) revela que hasta los cubanos expresan su asombro como con tantas armas y con tan “poderoso” mentor no se ha avanzado ni un ápice en el Sahara marroquí.
“Nos quedamos menos de media hora en Guergarat, luego…”, cuenta con nostalgia el mayor de los dos que estuvo con la “expedición” a este punto, zona de amortiguamiento desmilitarizada bajo la supervisión de la Minurso que la milicia de Argel quería controlar para sus tráficos de todo tipo.
Los dos “responsables” con nacionalidad española de cuyo diálogo se comprende que no volverán a Tinduf, habida cuenta de la relativa valentía con que narran la realidad, hablan del Polisario en el pasado.
Uno de ellos, Salem (seudónimo) con más de 20 años en España viviendo como un jeque, me ha confesado “off the record” que no son los únicos en la cúpula del Polisario que piensan así.