Entre la avalancha de reacciones a través del mundo a raíz de la vuelta de Marruecos a la Unión africana, he encontrado muchas dificultades en seleccionar una. Al final me quedé con la de Estados Unidos que saludan “el liderazgo fuerte y audaz” del rey Mohamed VI al servicio de una África orgullosa y sin complejo”.
Los propios africanos no se han quedado atrás, pero ni es el momento ni el espacio para insertar aquí todas estas maravillosas reacciones que saludan con efusividad el retorno de Marruecos “a casa”.
Pero todo esto, junto a lo que realmente ha pasado en Adis Abeba antes, durante y después de la 28 Cumbre de la Unión africana parece encontrar enormes dificultades para llegar hasta los españoles.
¿Por qué? Responder seria pecar de ingenuidad.
En cambio sí, podría resultar útil puntualizar algunas cosillas:
Tanto durante los contactos oficiales como extra-oficiales, los miembros de la delegación marroquí han constatado la profunda consternación de los mandatarios africanos de asistir a reuniones con un representante de una milicia llamada Polisario a sueldo de Argel. Otra cosa seria denunciarlo.
Para Rabat es más que suficiente descubrirlo. El tiempo se encargará de bofetear a los mentones de la banda separatista, a su frente muchos españoles, aunque éstos por razones puramente comerciales. Argelia propone dividendos y esto hace correr el agua en las bocas. ¿Quién se acordará de Marruecos o de la legitimidad o de los derechos? Camellos que se compran con los fondos del pobre contribuyente en nombre de una solidaridad de invernadero y acaban en los mercados de Mauritania o de Mali. Las comisiones no. Se quedan en Madrid, Barcelona, Sevilla o Bilbao.
La odisea africana de Marruecos en Adis Abeba debía servir de campanadas que dan en el mundo del olvido… español. Es la verdad y la verdad, como el amor de aquella leyenda musical: Antonio Molina, ni se compra ni se vende.
¿Cuánto le cuesta a una Argelia, en quiebra, ocultar el sol con un tamiz en España?
Una verdadera lástima porque bastaba/basta abrir los ojos y la… conciencia.
