Hace unos instantes damos cuenta de la manifestación de las familias y amigos de las victimas de Gdim Izik ante el Parlamento aquí en Rabat.
La iniciativa era/es noble, oportuna y profundamente humana, pero insuficiente.
Se trata de una enorme responsabilidad que la asociación va tener que sumir no solo para manifestar, lo que constituye (como hoy) una partida de nacimiento, sino para organizar exposiciones, mesas redondas y conferencias en presencia de la prensa nacional y extranjera (la acreditada en Marruecos) para presentar las pruebas de los crímenes de los asesinos de Gdim Izik y para aclarar y puntualizar las rectificaciones a las deficiencias y a las graves tergiversaciones que ha conocido el juicio al respecto y las diferentes etapas que ha atravesado.
Se trata de una difícil pero necesaria labor para rendir homenaje a las víctimas de aquella incalificable intolerancia a fin de establecer las fronteras entre el heroísmo y la atrocidad, la cobardía moral e intelectual y el derecho y la razón. La frontera entre la impostura y el sentido comun.
Océanos de tinta y avalancha de opiniones y criterios han marcado estos años de juicio de quien, al asesinar, lo hace con pantalones vaqueros pero cuando se presenta al juicio lo hace con una “Derraiya” y con dedos de la victoria, orgulloso de haber masacrado y profanado los cadáveres y sin rastro de arrepentimiento respecto a las extremas atrocidades que ha cometido.
Monstruos envueltos en falso heroísmo que la justicia debe diagnosticar y tratar en consecuencia.
Hoy familias aun afligidas por la tristeza por los suyos masacrados a sangre fría han marchado y han jurado no olvidar ni aquellos crímenes ni sus viles autores. Desde ahora en adelante allí van a estar y allí están… y todos los amantes de la paz y de la justicia con ellos.
Es, para decirlo de alguna forma, la confrontación entre el deber moral y la tiranía y la intolerancia.