Algunos amigos españoles que se encontraron, sin desearlo ni buscarlo, arrastrados por la corriente saharaui hasta el cuello me preguntan, con buena voluntad y deseo de saber la verdad, por qué escribo sobre el tema de esta manera.
Les prometí (porque era anoche) contestar aquí y aquí lo voy a hacer:
La cuestión del Sahara es fácil, clara y explícita para quien busca la verdad. Compleja, obscura e imposible de comprender correctamente para quien milita, no por la causa, sino por una determinada ideología y sus ideas preconcebidas.
Me explico en pocas palabras, como debe ser: El Polisario no reivindica un Estado para él, sino para sus amos y padrinos argelinos en el que el régimen argelino determinará la función que les pueda ofrecer en este “Estado”. O sea: que es un asalariado de la subversión y de la secesión e instrumento para combatir a un adversario que no es suyo, sino de su amo argelino.
O sea que ni se trata de un pueblo ni de aspiraciones ni de derecho ni de historia ni valores morales o éticos. Es, así de simple y así de racional, un asunto hábil e inmoralmente montado por la empresa militar argelina que, como todas las mafias, tiene ejecutores, apadrinados y cómplices.
Por ello, la cuestión dura desde hace 41 años y por ello gran parte de la responsabilidad de este drama incumbe directamente a los que apoyan sin saberlo una causa, de antemano, perdida por ser injusta.
Y por ello ni es Polisario ni es Bisario, sino Monosario…