Said Jedidi es embajador de la paz por el Circulo Universal de Embajadores de la paz (Suiza-Francia) periodista y escritor
Si. Pues ha llovido. A cantaros en algunos puntos de la geografía marroquí como Tánger que se vio sumergida en agua en apenas dos horas.
Sin embargo, independientemente de las más que frágiles infraestructuras de la ciudad, los tangerinos parecían contentos, pero menos que sus vecinos tetuaníes que formulan sus votos y sus plegarias para que haya más agua en sus grifos que hasta ahora aunque muchos de ellos esperan que se saque de las mangas otro argumento.
Puerta de Marruecos, a dos ápices de Europa y paso entre dos continentes la ciudad de la Paloma Blanca debía beneficiar de más “privilegios” o por lo menos competencias.
Cuando en todo el mundo o casi había sequia, en Tetuán el agua de “scundo” (segundo) que, dicho sea de paso, hasta ahora nadie sabe de dónde viene satisfacía las necesidades de la ciudad en todas las urgencias.
Tetuán era el ejemplo y la lluvia era una delicia como si alguien remplazara las infraestructuras de estas ciudades por otras.
¿Agua bendita? Llueve y nos ahogamos y no llueve y nos morimos de sed. ¿Qué hacemos? Probablemente debemos adecuar nuestras oraciones rogatorias.
Dos presas y los mismos problemas: La Palmera y Asmir. Creo que lo que le falta a esta ciudad son buenos responsables y no los caprichos climatológicas.