Los votos y deseos de los secuestrados de Tinduf: Que caiga este telón de acero
Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni de donde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, internada hace 11 meses en un hospital de Nuakchot, antes de decidir regresar a su país: Marruecos, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de Tinduf pero esto no lo sabrán a través de España y sus laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… La situación de la población de estos campamentos es real y potencialmente inquietante. Atada a la vida, la gente se pregunta con qué derecho fue sometida a tantas humillaciones y a tantos atentados contra su dignidad saharaui. Cunde la desconfianza y la parquedad. Desaparecen trágicamente la solidaridad, la fraternidad y el amor al prójimo. La gente no busca más que sobrevivir para el día siguiente con la eterna pregunta de que si alguna ayuda humanitaria internacional u otra limosna haya llegado al campamento y, sobre todo, si les va a poder llegar parte de ellas.
En estos tristes campamentos prevalece la ley de la selva. En realidad, son muchas leyes: las del mentor argelino, las cubanas, las sur-africanas y las propias que, a su vez, se diversifican según el jefecillo de turno.
Entre todas estas leyes hay un factor común: Prohibir, bajo ningún pretexto o interpretación preguntarse ¿Hasta cuándo? “Estamos y… punto”. Es la respuesta común.
Algunos de los que han preguntado lo padecieron en su carne y huesos. Unos se benefician, otros sufren y padecen. Ni éstos deben cansarse ni los primeros permiten que se canse de la precariedad, de la exclusión, de la ley de la selva y de la anarquía a todos los niveles.
Abuso de poder… abuso de ejecución… abuso de obediencia. “El buen saharaui, para Argelia y su Polisario es el que llegue a deshacerse de todos los escrúpulos y denunciar a un hermano, a un padre o a una madre”.
Así las cosas, para los amos argelinos no hay, en estos tristes campamentos ningún saharaui, de donde la frenética y acelerada “importación” de sub saharianos, refugiados malíes y desterrados nigerianos (Níger) que a cambio de un rancho pueden hasta matar.
Aprovechando la desgracia de otros (hambruna) el Polisario reinstaura la esclavitud en su peor forma.
Los crímenes del Polisario son diversos y diversificados.