Cada generación tiene sus propias vivencias y sus propias circunstancias.
Aunque se encuentran atadas a las anteriores generaciones, ya que de ellas vienen y de ellas reciben su fundamento.
Pero es evidente que las condiciones de vida son distintas, y la forma como ha vivido la generación anterior no es la misma que vive la actual.
En general los cambios se producen por desarrollo, inventos, ideas y proyectos de la generación anterior que se aplican en la actualidad.
Hacen a una diferencia sustancial, y si bien el origen está en los adultos que pertenecen a otra generación, el uso y la competencia de ella le pertenecen a la actual.
Siempre ha sido y será así, nos hemos aprovechado y hemos tomado lo que otros nos han legado.
Es un desafío y una responsabilidad, porque debemos dar cuenta de su uso, seguir perfeccionando y entregarla a la que nos sigue.
En ese juego generacional se producen varios procesos que acarrean dificultades y disputas.
Hay una tendencia humana a querer apropiarse de lo que se ha conseguido cuando en realidad el objetivo es dejarlo a los demás.
Va dentro de un contexto y a veces se parcializa, se llama la atención sobre los avances tecnológicos, las indudables ventajas de vivir con tecnologías que antes no se conocían, pero se olvida que junto con ello existen pautas sociales y comunitarias, que tampoco existían antes y que distorsionan la solidaridad, el equilibrio, la bondad y la unión.
La posibilidad de acceder casi a todo con aparatos que están a nuestra disposición hacen al ser individualista, retraído en sí mismo y con un dejo de soberbia.
Como si ya no necesitara al otro, pero olvidando que lo que tiene se lo debe total y exclusivamente a los demás.
La tensión se produce hacia adentro y hacia fuera, en el propio individuo y en las comunidades.
Y esa tensión muchas veces distorsiona el equilibrio emocional y la realidad de las relaciones.
Se ha dicho muchas veces, para que tanto avance que hemos dejado a los jóvenes hoy, si no lo saben usar o lo usan mal, de acuerdo a nuestro criterio.
No es el único don que hemos dejado, también hay un mundo en crisis, una cultura de la guerra, una explicitación de la fama y el poder, un amor excesivo al dinero y la riqueza y una lucha encarnizada en muchos frentes entre nosotros a la vista de la siguiente generación
Me he preguntado muchas veces que mundo hemos recibido y que mundo le dejamos a los que vienen detrás, y entiendo que hemos retrocedido, que era mucho mejor el mundo que recibimos que el que dejamos.
La culminación de todo esto, es que por nuestros cuestionamientos, casi siempre se impide una construcción auténtica del mundo por ellos mismos, los jóvenes de esta generación.
Y la pregunta es ¿de quién es el momento actual? Es nuestro, de los que ya hemos pasado nuestro turno, o de los que vienen atrás.
Y si es de ellos, porque queremos imponerles nuestras normas en lugar de adaptarnos a la nueva construcción que hacen.
Hay una norma ética y moral casi inamovible, sedimentada, cuyo cambio es lento y gradual en las sociedades.
Pero hay valores a veces formales y otras no, que cambian, con las costumbres y con los tiempos.
Circular por la izquierda es mejor o peor que circular por la derecha, evidentemente no.
Por ello, es importante que las generaciones pasadas, asuman el rol senatorial, de aconsejar, asesorar, pero que respeten el rol de quienes deben ejercer hoy el control.
Esa conciencia debe comprender la idea que el mundo actual es de esta generación, que nosotros vivimos de prestado en él, que las condiciones son distintas, y que no es el mundo que nosotros hemos vivido, y a lo mejor no sabemos vivir en él.
Con el agravante que así como los adelantos, las penurias y las tragedias actuales son consecuencia de nuestra conducta y nuestros caprichos