Hay en todas las sociedades personas importantes, tanto por su rol como por su desempeño social.
De esa categorización social surgen líderes, sabios, educadores, pensadores, escritores, artistas y políticos.
Todos ellos son convalidados por sus pares y por la sociedad, y gozan del beneplácito de sus hermanos.
Pero en nuestro modo de vida actual ocurre un fenómeno particular en relación a esta importancia, que consiste en la importancia que se atribuyen con motivo o sin motivos algunos personajes, que emergen un poco dentro del espectro social y presumen de ser referentes en su metier, en su trabajo, en su profesión o la vida social.
La presunción es meramente personal, y va generando por contagio algún dejo de superioridad que los mismos impulsaron y que no terminaron de convalidar ni que fueran debidamente convalidados por sus prójimos.
Es notable ver en los medios de comunicación, no sólo en la Televisión, sino en las radios, los medios gráficos y las redes sociales, hablar a personas que se postulan como referentes.
No está claro el rol que juegan, ni la actitud que lo provoca, pero hay un deseo humano de sentirse importante y poner muy en alto la autoestima sobre los demás.
En general sus actitudes y comentarios son controvertidas, llenas de conflictos y proclives a tener que jugar a favor o en contra de sus afirmaciones, con lo que por lo menos, consiguen tener audiencia y que se hable de ellos.
Es posible que algunos piensen vamos a ver con que se despacha tal o cual referente, para escucharlos con una sonrisa, con una burla o con indeferencia.
Pero la situación está, y si cuentan con medios adecuados, que los patrocinan y los invitan pasaran a ser comentario largo y común en las tertulias sociales.
El problema mayor, estriba que después de estar instalados, se creen con autoridad para pontificar sobre cualquier cosa, o cualquier circunstancia o personas y aceptar o rechazar posturas que se manifiestan en el medio.
Decía Borges “pontifican con la seguridad de los ignorantes”.
No deja de ser cierto, siempre hay un dejo de duda, o de pensamiento contrario que permita decir, a lo mejor no tengo razón y otro la tiene, pero lamentablemente estos personajes han perdido la capacidad de crítica, la de duda y sobre todo la humildad de sentirse a la altura de sus hermanos.
Ellos presumen de importante, la convalidación es auto convalidación y ellos mismos se consideran importantes delante de los demás.
A lo mejor porque en un momento tuvieron un golpe de fortuna, o porque resolvieron algo importante, o porque por circunstancias fortuitas estuvieron en el lugar y en el tiempo adecuado, y se les cuadró la oportunidad de pretender ser elegidos.
Ya lo ha dicho el Señor, nadie se elige a si mismo, ni nadie es glorificado por si, sino por otro, generalmente el que lo envía.
Aquel que se ensalza a si mismo es un ídolo con pies de barro, y no resiste el mínimo análisis.
Pero la gente sigue creyendo que exponiendo y exponiendo, mas y más, podrá convencer como decía Maquiavelo, miente, miente que algo queda, y se quedan con sus mentiras, en sus mentiras y lo que es peor cuentan sus mentiras como si fueran realidades.
Hemos visto y escuchado en estos días situaciones desagradables, insidiosas, algunas discriminatorias, otras teñidas de una soberbia y altanería imposible de tolerar.
Se han mostrado y mostrado una y otra vez, y en algunos casos recibieron comentarios y justificaciones de otros presuntos importantes que sostenían veladamente la discriminación, que aceptaban las posturas y los dichos mostrados en actitudes casi indecentes.
Los medios de comunicación social deben servir para conocimiento, solaz, reflexión y aprendizaje de los ciudadanos y fomentar la paz, la armonía, la justicia, la libertad y el equilibrio.
O debemos seguir pensando con Borges que la estupidez humana es infinita.