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Crónica desde Tinduf Khalil R’Guibi Sahara/ONU: vestigios de la guerra fria

 

 Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni de donde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, internada hace 11 meses en un hospital de Nuakchot, antes de decidir regresar a su país: Marruecos, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de Tinduf pero esto no lo sabrán a través de España y sus laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… preferente y casi exclusivamente con una ínfima parte de los saharauis.

En principio, no pasa un solo día sin que el 90% o más a excepción de milicias, fuerzas de represión y aparatos estatales, de los venezolanos baja a las calles para denunciar su hambruna en un país con enormes reservas de petróleo y gas.
Hablar de ayudas a “territorios ocupados” cuando el peor ocupado es quien hace una cola de kilómetros y durante larguísimas horas por un cuarto kilo de arroz.
Esta es la Venezuela del presidente de menos del 5% de los venezolanos, Maduro que ve la joroba del prójimo cuando, debe ser traducido ante un tribunal internacional por crímenes contra la humanidad. No hay peor crimen que dilapidar los fondos públicos, matando de hambre a un pueblo que, con una sana gestión su ingreso por cápita debe figurar entre los plus marcas del mundo.
Esta es la Venezuela que apoya y defiende al Polisario y estos son los que aun lo hacen, repitiendo como papagayos aquello de “república árabe…” sin preguntarse ¿ Por qué la Liga árabe a la que pretende pertenecer el intruso no lo reconoce?
Y esta es la cruda y cruel realidad de una banda de sin escrúpulos que han buscado y encontrado el mejor-peor negocio del mundo. El màs sucio y el más rentable: comercializar el sufrimiento, el sudor, las lagrimas y las penas de una población que vive entre el espejismo y la alucinación, cuando la patria, la realidad, el derecho y la razón están allí… cerca, muy cerca… a la vuelta de la esquina.
 
 
 
 
 
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