Desde hace un par de días el (futuro) presidente de Estados Unidos es el republicano Donald Trump y todo el mundo lo sabe o, por lo menos, lo debe saber.

Hay, eso sí, muchas protestas dentro y fuera de Estados Unidos hasta en Marraquech, en Marruecos. ¿Para qué?Para absolutamente nada porque hubiera sido mejor esperar juzgar al hombre (al presidente) por sus actos (decisiones) y su conducta (política). Pero el Establishment americano siempre ha sido así y nunca cambiará porque lo que pasa ahora es su manipulación.

¿Y Hilary Clinton? Si no lo ha hecho ante tan polémico personaje como Trump la ex primera dama americana y asimismo ex secretaria de Estado americana no parece ganar ni a Bachar al Assad.

Estados Unidos, eso también es cierto, y con ellos el mundo entero, unos países más que otros, están a la expectativa. Unos tratan de acercare al nuevo inquilino de la Casa Blanca, otros alejarse en espera de una mayor claridad, todos saben que tienen y deben tratar con él por más controvertido que resulte.

Evidentemente los hay que van a ganar con él y los que van a perder. Entre los ganadores figura la transparencia y la corrección de algunos conceptos que nadie, hasta ahora, en los centros de decisión americanos, se ha atrevido a corregir.

Yo les diré una cosa: con tal como está el mundo y su súper potencia americana cualquier cambio será positivo. Si no me creen pregúnteselo al presidente eterno de la república democrática popular de Corea, Kim Jon-il.