Desde hace semanas, cada vez más, los miembros de la coalición anti-terrorista e incluso, aparentemente, Rusia, hacen más para proteger el terrorismo que para luchar contra él.
De esta forma, en alunas localidades en torno a la capital siria, Damasco, sea logrado establecer un contacto directo entre las autoridades locales y algunos grupos terroristas que expresaban su deseo y su disponibilidad a entregar las armas pesadas y trasladarse a Idlib. Miles “combatientes” con sus familias lo dieron a conocer a intermediarios internacionales.
Inmediatamente la coalición anti-terrorista se entro en acción con toda una logística para desbaratar esta operación, pudiendo, al final, con promesas y compromisos, a convencer a parte de estos grupos de permanecer “donde estaban y a seguir luchando”.
En Alepo lo mismo, ni los americanos ni los rusos ni mucho menos algunos satélites como Francia, el Reino Unido o Turquía e infinitamente menos los agentes y domésticos de éstos, parecen apreciar el curso de las operaciones militares que barren a los terroristas con espectaculares avances del ejército popular y sus aliados.
A estos se debe añadir, no sin amargura, los “esfuerzos” de algunos miembros de esta coalición para cerrar todos los caminos y vías que pudieran conducir a la fuga de los mercenarios de Daesh y otras bandas terroristas, entre ellos muchos marroquíes, muchos de los cuales fueron asesinados, no por Daesh, sino por las tropas turcas o sus aliados occidentales.
A raíz de lo cual la situación parece dramática en la medida en que no se vislumbran posibilidades de una solución a tan atroz derrame de sangre y a tan horrible destrucción.
En Irak, con una movilización popular se ha logrado algo. En Siria, apoyándose en rusos u otros, las cosas no hacen más que complicarse.