En la comunicación política la simbología y los gestos encierran mensajes claros a los ojos, no solo de los analistas, sino también a los del pueblo llano, por eso el discurso dirigido a los marroquíes desde Dakar no es simple capricho o anécdota.
En el momento preciso y el escenario adecuado es como se puede calificar la gira africana del Rey Mohamed VI, y el discurso conmemorativo de la Marcha Verde desde Dakar, el colofón a una gira que podría significar un interesante cambio de rumbo en la política regional e internacional. Todo parece indicar que Marruecos se dispone a ejercer el liderazgo que le corresponde en África, así lo deja de manifiesto en el referido discurso, en relación a la vuelta de Marruecos a la Unión Africana, “Así pues, al anunciar nuestra vuelta, no pedimos el permiso de nadie para obtener nuestro legítimo derecho”, aseveraba el Rey, conocedor del papel que puede desempeñar Marruecos en estos momentos históricos en los que el mundo se está “repensando”. El papel de puente intercontinental que puede jugar Marruecos parece también estar en las intenciones de la monarquía, cuando asegura que “En cuanto a las grandes cuestiones y problemáticas, el regreso de Marruecos a su familia institucional le va a permitir llevar la voz de África a los foros internacionales”. El desarrollo, el medio ambiente, la seguridad o la inmigración, que forman parte de las preocupaciones de los ciudadanos, también han tenido su espacio en el discurso de Dakar.
Marruecos tiene potencial, tiene potencial para asentarse como potencia regional, lo avala su historia, su prestigio y una importante presencia empresarial en el continente, pero no sin antes afianzar su posición en la región. Las relaciones con Argelia, el otro factor, es una asignatura imprescindible y es posible superarla porque es un buen momento, si se renuncia al oportunismo y aprovechamiento de las circunstancias coyunturales del país vecino.
La caída del precio del crudo, con incidencia en la política, no es ajena a la situación económica de Argel, su creciente déficit situado en 2015 por encima del 16%; más del doble con respecto a un año atrás, la merma en su renta per cápita disminuida de 4.108 euros en 2014 a 3.762 en 2015, un sector empresarial público debilitado y el escaso sector privado limitado en su acción, colocan al gobierno de Argel en serias dificultades, hasta el extremo de limitar su capacidad de abastecimiento interno, ante éste nuevo escenario al país vecino no le vendría mal variar su política en la región y en Marruecos debería tener a su socio natural.
Las intenciones se quedan en eso, en intenciones, si éstas no van acompañadas de las medidas políticas necesarias, lo que ha de empezar por casa. Marruecos, cuya macroeconomía viene siendo alabada por las autoridades financieras internacionales, ha sido capaz de contener su si déficit; en 2015 lo redujo a 4,35% del PIB en comparación con 2014 que estaba en el 4.95% y con una subida del PIB en un considerable 4,5% respecto a 2014, cuestión ésta que si bien es favorable, no es motivo de relajación, si tenemos en cuenta que el 15% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, el analfabetismo; que según datos de UNESCO, Marruecos se coloca por debajo de países menos desarrollados como Yemen y Sudan, tampoco olvidar al sector agrario, en gran parte pendiente de la meteorología.
Por eso es necesario un esfuerzo por parte de Argelia y Marruecos para acometer un dialogo capaz de compaginar los intereses de uno y de otro, ambos países hermanos se pueden retroalimentar, una cooperación entre ambos fortalecería sus posiciones, no solo en África, sino también como países punteros del continente de cara a organizaciones supranacionales e intercontinentales, si no quieren conformarse con el papel de meros satélites de los interés de las potencias o bloques. El largo conflicto del Sahara ha sido una sangría para argelinos y marroquíes, lo que para Marruecos es una causa casi sagrada, para los argelinos una “inversión” para “su” salida al Atlántico, un enquistamiento que debilita sus posiciones ante el resto de países africanos y Europa, porque enfrentados y divididos sirven de instrumento a utilizar por quienes no tratan a los países del norte de África de tu a tu. Es necesario para el desarrollo, no solo económico, sino también democrático y cultural, un primer paso para crear los instrumentos necesarios encaminados al logro de acuerdos en materia de libre circulación de personas y mercancías, un espacio económico y social, acuerdos basados en la confianza y la lealtad mutua. Marruecos y Argelia o Argelia y Marruecos deben mirar menos hacia el Cercano Oriente y más hacia África, pero no posicionarse el uno contra el otro, sino cooperando, compartiendo conocimientos y recursos, porque si no es así, unos y otros, perderán la oportunidad de posicionarse en los lugares que por historia y derecho les corresponde en los cambios que se avecinan. Ambos han estado enfrentados prácticamente durante toda la guerra fría y sus guerras por el petróleo, lo siguen estando en la era de la guerra por el gas. Es el momento de establecer las bases para que, en bloque, no se queden atrás como se quedaron atrás los países musulmanes desde la primera revolución Industrial.
Nadie duda que Marruecos tenga potencial y que a pesar del largo recorrido que queda, sea mucho lo conseguido, por eso políticas como el implemento de la estrategia de desarrollo en África Subsahariana y los acuerdos firmados en 2014 con países del África Occidental, la apuesta por las energías renovables materializada con la central solar de Noor, el apoyo comprometido a la agricultura para paliar los efectos de la falta de lluvia y la gestión de los recursos hídricos; que han de dar respuesta a la presión demográfica y a la demanda de agua del creciente sector industrial, junto a otras medidas como la política de incentivo para la atracción de empresas extranjeras, colocan a Marruecos en una buena posición, como para prescindir de una política de confrontación con su vecino inmediato y si procurar atraerlo a una estrategia de acercamiento.
Marruecos tiene capacidad suficiente para tener presencia y personalidad propia en los organismos internacionales, así como para ser un actor, también con personalidad propia, sin necesidad de ser representado ni apadrinado por nadie. Su apuesta por África ha de ser también la apuesta para que decida si quiere seguir siendo un actor secundario o principal en la escena francófona, ser considerado como aliado necesario o la “amante incomoda necesaria”, hablar con Francia de estado soberano a Estado soberano o seguir viendo a Francia como la metrópolis que fue, apostar por su potencial hispanófono para sus relaciones con España e Iberoamérica o seguir con su complejo antihispanista, apostar por la modernización y la democracia o seguir apostando por regímenes de países donde se insulta llamando al insultado “hijo de marroquí”.
El nuevo gobierno tiene el reto ante sí, modernizarse, apostar por la libertad de expresión, dignificar y fortalecer las instituciones para acercar a ellas a los ciudadanos, reducir la brecha entre los que más tienen con los que menos tienen, apoyar y emancipar a la sociedad civil, despolitizar el Islam, fortalecer las relaciones más allá de los interese puntuales y apostar por la democracia y los valores que de ella se emanan como modelo de convivencia entre marroquíes y estos con el resto del mundo.