Los sin voz, los silenciados y los de abajo merecen más atención porque la felicidad es una aspiración universal que todo ser humano desea alcanzar.
Los pueblos del Atlas son sinónimo de inocencia y belleza. Caminas por sus calles y la gente te saluda y te recibe como uno más. Se respira una cálida hospitalidad y una indescriptible generosidad. Gente alejada de todo tipo de lujos y al margen del consumo programado, vive el día a día con la intensidad que merece.
A pesar de que el índice de analfabetismo en esas regiones es elevado y muchos no han tenido acceso a una educación de calidad, su gente es extraordinariamente educada y la bondad que les caracteriza es infinita.
De vez en cuando me pregunto por qué bajo la extensión de un mismo cielo puede haber tantas injusticias y tantos contrastes. El protagonismo que roban las grandes ciudades deja en una mala posición a éstos pueblos que merecen más visibilidad y atención. Los medios de comunicación deberían dar voz a aquellos pueblos sumidos en el olvido y maltratados por la historia, tal como hacía el escritor uruguayo Eduardo Galeano en sus escritos: « Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia ».
Deberíamos dar más espacio y protagonismo a dichos pueblos, alzar la voz juntos y gritar con entusiasmo: « EL ATLAS TAMBIÉN EXISTE ».