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EL CASTIGO SOCIAL, Elias D Galati (Argentina)

Reflexiones

Castigo es la pena impuesta a quien ha cometido un delito o falta y desde la psicología es  infligir una pena o molestia a un organismo como consecuencia de la infracción de un mandato o por un curso de acción no deseado por el que castiga.

Es una acción de  disuasión y aprendizaje y también como retribución lo merecido en  sentido negativo.

Es también la  forma de reordenar la sociedad ante la violación de las normas, en un sentido jurídico.

Para Locke el castigo es un ius natural cuya función es preservar los derechos, obviamente naturales a la vida, la libertad y la propiedad.

El bien común es la regla y la medida de toda la legislación. Si algo no es útil en la sociedad, aunque se crea que es indiferente, no puede ser establecido como ley”.

La ley debe incitar al hombre a actuar  libremente, pero le prohíbe, a la vez, afectar a los demás. En este sentido, las leyes obligan a algo, por lo menos a no interponerse en el ejercicio de los derechos de otros miembros de la sociedad. La ley, pues, se preocupa por el bien propio y el de los terceros.

Esta concepción proviene de la falta que genera el castigo para la restitución y la retribución para acciones contra la vida, la libertad y los bienes, sosteniendo que el perdón no puede cumplir con estos objetivos.

Sin embargo hay que considerar que el perdón es necesario, siempre hay que perdonar, pero el perdón involucra el arrepentimiento,  la voluntad de enmienda y la reparación.

No hay perdón sin reparación, no se cumple el objetivo del mismo sino se repara y se trata de volver a la situación anterior y normal del hecho castigado.

El castigo forma parte de las teorías del derecho, como institución necesaria de compensación, pero hemos advertido ya, que no existe justicia sin misericordia y en ese sentido debe entenderse el castigo.

¿Por qué entonces el castigo social?

Porque a veces la sociedad castiga con un sentido moral y ético, aun en situaciones que no son comprendidas en un marco jurídico.

De acuerdo a las costumbres y los valores de una comunidad, acciones y comportamientos  no afectivos, solidarios o equilibrados aunque no caigan bajo el peso de ley, son cuestionados, y castigados socialmente, especialmente con la actitud que los  miembros de una comunidad asumen frente a los que los trasgreden.

Se manifiesta en forma de aislamiento, de desprecio, de lejanía de ellos, y constituye una línea muy delgada en el entramado social, porque también se mezclan afectos, inquinas personales y enojos o situaciones ideológicas.

Pero  los castigos sociales están, existen y son visibles.

Más hay otra forma de castigo social inversa; es la que somete a las sociedades a condiciones indignas de vida no consistentes con lo que debe ser humano.

En primer lugar, la pobreza, la indigencia, la falta de recursos, de comida, de salubridad, de educación, de conocimientos,  de trabajo, de seguridad, de perspectiva y de progreso, a que todo hombre tiene derecho por su dignidad de hombre, y que constituye un castigo sobre la sociedad, sostenido, promovido, constituido por las dirigencias políticas, económicas y sindicales, que enquistadas en un poder omnímodo, absoluto y permanente, someten  a los miembros de la comunidad.

No hace falta explicación, basta ver la situación de nuestro planeta y de nuestras sociedades para entender la falacia y perversión del sistema.

Pero hay algo más, se  priva a muchos miembros de la comunidad de sus sueños y de la proyección espiritual.

Comunidades que no tienen acceso a la cultura, al arte, pero que además no están en sus necesidades.

He visto azorado como no se conoce, ni se entiende cultivar el espíritu, contemplar la belleza de la naturaleza, del arte, de la música, del espíritu, de la meditación interior, de la consideración de los valores, de la creación personal,  como algo que no le corresponde.

Se le ha privado al ser de sus sueños, no sólo de la concreción de los mismos, sino también de pensarlos, porque pareciera que no tienen ni le corresponde.

No hay progreso, no hay mejoría social, sino hay sueños, por supuesto, que ellos deben darse en un contexto donde primero deben estar satisfechas las necesidades básicas del hombre, que éstas también son.

Así como el sueño físico es necesario, si no dormimos, enfermamos y duraría poco nuestra vida, y dentro de ese momento soñáramos, así también si el individuo no sueña con su futuro, con su proyección de vida, con encontrar su verdad y su libertad, la sociedad no progresa.

Esta carencia de necesidades básicas y este cercenamiento de los sueños personales es el mayor castigo social que las dirigencias propinan a las comunidades sociales.

 

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