La animadversión que padecen los docentes tiene su raíz en la actitud de la sociedad que ha allanado el camino para que el rencor hacia la figura del docente circule con facilidad, sin olvidar el papel de las redes sociales que han contribuido en añadir más leña al fuego que ya había antes. Por eso la gente sin tener conocimiento suele juzgar antes que reflexionar sobre ciertas realidades.
Cuando ves que el docente es el centro de todas las burlas y el torpe le aplauden por el número de seguidores que tiene, descubres que nada es fruto de la casualidad y que el objetivo es desprestigiar la cultura y la educación para mantener a la población distraída y distante de los problemas que realmente deberían importar.
La politización y la obsolescencia del modelo educativo, y los problemas originados por la mala gestión y la falta de coordinación no tienen nada que ver con la labor de los profesores. Los docentes por su parte deben alejarse del discurso victimista y optar por consolidar el valor de su imperiosa labor a través de un discurso más lúcido y coordinado.
Opinólogos siempre habrán, sólo que el ciudadano debe poseer las herramientas necesarias para filtrar el mensaje y sacar sanas conclusiones sin la necesidad de prejuzgar a una de las profesiones más duras que existen.