El tiempo es uno de los temas más intrigantes que ha hecho correr mucha tinta por lo misterioso y atractivo que resulta su abordaje y también por la imposibilidad que representa alcanzar una respuesta convincente acerca de su naturaleza. Para muchos autores la temática del tiempo se ha convertido en algo obsesivo y recurrente en sus escritos dada la complejidad que representa su análisis e interpretación.
De vez en cuando tenemos que preguntarnos seriamente en qué gastamos gran parte de nuestro tiempo durante el día. Además de seguir a personajes que no aportan nada a la humanidad a través de las redes sociales, y gastar energía y vida en discusiones insanas que afectan considerablemente nuestra faceta creativa, deberíamos empezar a invertir nuestro valioso tiempo en crear, aportar y reflexionar. Los hábitos tóxicos desgastan y nos convierten en esclavos de nuestra propia pasividad, por lo que es necesario empezar a reconsiderar bien ciertas actitudes y preguntarnos seriamente si estamos capacitados para aportar algo al mundo o simplemente quedarnos quietos viendo cómo pasa la vida desde nuestra trinchera con los brazos cruzados. En vez de hacer autocrítica y reconciliarnos con el tiempo que malgastamos en cosas superfluas, optamos por acusar a los demás y aferrarnos con ingenuidad a conspiraciones ficticias para justificar nuestra vaguedad.
Desde pequeños nos hemos acostumbrado a escuchar que el tiempo es oro, pero yo diría que ya quisiera el oro ser tiempo.