En casi el mismo día el rey Mohamed VI (de Marruecos porque en el caso que nos ocupa se debe precisarlo) obtuvo dos prestigias consideraciones (recompensas) y cabales reconocimientos africanos: su designación como el hombre del 2016 por “Horizon Sans Frontiéres” (Horizontes sin fronteras) y laureado el Premio de la Paz Mandela 2016.
Es, como decíamos ayer el personaje, personalidad y mandatario africano del 2016. “Horizon Sans frontiéres” (es importante) lo ha designado “hombre del milenio que comenzamos.
Las dos insignias son africanas. Concedidas por los más sabios y más clarividentes del contingente que ven en Mohamed VI el dirigente y sobre todo el hombre más meritorio de África para acaparar las atenciones y para ser recompensado por sus nobles acciones.
En efecto, África creía que los tiempos de los grandes dirigentes son remotos. No. Acaba de descubrir que la impostura y los viles apetitos hegemónicos son los que ocultaban los que aun existen. Mohamed VI es uno de ellos o quizás al frente de ellos.
No obstante, más allá, del rey y su dimensión, se trata de Marruecos, su gente y más exactamente su vocación intrínsecamente africana.
Y a través de estos premios y estos reconocimientos, el continente africano rinde un merecido homenaje al rey Mohamed VI y a su país: Marruecos.