Locura en Adis Abeba. Argelia, África del Sur y un puñado de países que giran habitualmente en su órbita no logran contrarrestar ni siquiera paliar el entusiasmo que produce la vuelta de Marruecos a la Unión africana.
De maniobra en maniobra, los “lideres” de esta empresa subversiva parecen haber agotado todos los procedimientos, tanto existentes como los que han inventado para la circunstancias. 43 estados miembros, que según fuentes concordantes son más desde la cena real de ayer, constituyen casi una unanimidad por lo que la admisión del Reino debe efectuarse por aclamación.
En las entrevistas con el soberano o con otros mandatarios africanos, muchos jefes de Estado miembros de la UA han expresado su decepción ante lo que llaman “inadmisible” actitud de Argelia y de África del Sur y su ejecutora Dlamini Zuma, que se va dejando un amargo sabor de odio, rencor y división entre los africanos.
Por su parte Marruecos, a su frente su rey, ha llevado a cabo una serena campaña diplomática, sin atacar a nadie, sin criticar a nadie, sin insultar o recriminar a nadie, en la que los dos vertientes fueron y siguen siendo: la legalidad y el derecho. El resultado es los 43 Estados favorables a su admisión y sus fuertes argumentos de que Marruecos para África es un valor añadido.
La presencia real en Adis Abeba ha sido decisiva. La envergadura y los desesperados coletazos de los adversarios gratuitos del reino la han hecho necesaria e incluso indispensable. De hecho, esta presencia real ha rectificado más de un desliz y volvió a colocar la legalidad donde debía estar.
Y hoy, dentro de poco la Unión africana dirá su palabra.