Crónica internacional
Esglobal Quién se alegraría (y quién no) de una presidencia Trump Argemino Barro
El candidato republicano a las elecciones estadounidenses, Donald Trump, tras asistir al Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel, 2016. Saul Loeb/AFP/Getty Images
He aquí los actores, y algunos sectores, que podrían beneficiarse o salir perjudicados si el candidato republicano se alzara con la victoria en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Analizar los planes de Donald Trump requiere una dosis extra de imaginación. El candidato republicano nunca ha tenido cargo público que sirva como referente y parte de sus promesas, como renegociar tratados consolidados, no tienen precedentes. Su falta de historial y su mensaje de campaña, desdibujado por los discursos improvisados y los cambios constantes en su equipo, hace difícil trazar una guía para navegantes.
Pero de su larga lista de mítines, comunicados y entrevistas se pueden extraer dos esencias muy concretas para entender en qué se fundamentaría su agenda internacional. La primera es el viejo concepto de “America First” (América primero). La campaña de Trump ha sabido captar cierta nostalgia aislacionista en la clase trabajadora, fatigada por los cambios de la globalización y década y media de guerras en Oriente Medio. El magnate promete recuperar el empleo industrial deslocalizado, en materia económica, y pintar una línea clara en materia geopolítica: Estados Unidos, ha declarado, ya no va a ser “policía del mundo”. La segunda esencia es de carácter: Trump lleva décadas haciendo de su marca, “Trump”, un sinónimo de astucia, garra y éxito. Su campaña promete llevar esa energía a la mesa de negociaciones para hacer que los estadounidenses “vuelvan a ganar y a hacerse respetar”. Esta premisa podría trastocar la cautela multilateral de la Administración Obama y redibujar la diplomacia estadounidense.
Ganadores
La presidenta del Frente Nacional francés, Marine Le Pen. Philippe Huguen/AFP/Getty Images
Los movimientos euroescépticos. Una victoria de Trump resonaría políticamente en Europa. El magnate y los populismos de derecha europeos tienen agendas parecidas en inmigración, retórica antiestablishment y política económica. El magnate apoyó el Brexit y ha comparado su campaña con el perfil antiinmigración y nacionalista del voto británico. Líderes como la francesa Marine Le Pen o el holandés Geert Wilders han respaldado oficialmente a Trump.
Según John Judis, autor de La explosión populista: cómo la gran recesión transformó la política americana y europea,asistimos a un cambio de paradigma en Occidente: “El hilo común de Europa y Estados Unidos es una reacción al neoliberalismo: capital móvil y trabajo móvil”, explica. “Creo que estamos viendo un proceso cíclico y estamos en el punto en el que vemos las primeras señales de rotura del consenso”.
De la misma forma que el Brexit entusiasmó a los euroescépticos, la victoria de Trump podría reforzar aún más su moral y posibilidades de expansión. El Frente Nacional de Le Pen encabeza las encuestas para las elecciones presidenciales de Francia en 2017. Su agenda incluye un referéndum de pertenencia a la Unión Europea.
Rusia. El candidato republicano ha expresado varias veces que se quiere “llevar bien” con Rusia y con su presidente, Vládimir Putin, una intención aparentemente recíproca. Ambos líderes se han dedicado cumplidos en público, los medios estatales rusos centran su cobertura en Trump desde el principio y la Casa Blanca ha llegado a acusar al Kremlin de perjudicar al bando demócrata con ataques informáticos.
Más allá de una supuesta sintonía personal, Moscú podría ganar ventaja estratégica si Trump es elegido presidente. “No hay duda de que Putin, con sus acciones y palabras, preferiría una presidencia Trump, y no por un respeto mutuo, sino porque él cree que puede conseguir más objetivos con él de presidente que con Clinton”, declara a esglobal Alex Ward, experto en seguridad internacional del think tank Atlantic Council.
Trump podría suponer para Rusia más margen de maniobra en política exterior. Durante una entrevista, el magnate no descartó permitir que Moscú invadiese los países bálticos si estos no habían pagado su contribución a la OTAN y dejó la puerta abierta a reconocer la anexión rusa de Crimea. “La pregunta urgente para los miembros más al este de la OTAN es hasta qué punto, bajo un presidente Trump, siquiera tendrían la palabra de EE UU”, escribió el ex general de la OTAN Uri Friedman en The Atlantic
Una presidencia Trump se entiende también como una alternativa a la presidencia Clinton, posiblemente más agresiva con el Kremlin. Así lo indica la actividad de la candidata demócrata cuando era secretaria de Estado y así lo ha reconocido ella: “Me enfrenté a Rusia. He ido a por Putin y otros, y haría eso como presidenta”, declaró.
La simpatía de Rusia por Donald Trump se refleja en una encuesta conjunta de WIN y la agencia Gallup elaborada entre 50.000 personas de 45 países. Si las elecciones a la Casa Blanca se celebrasen en esos 45 países, Trump sólo ganaría en Rusia.
Personas protestan contra el oleoducto Keystone XL en Washington. Mandel Ngan/AFP/Getty Images
Energía y defensa. Donald Trump ha prometido retirar los límites a la exploración y extracción de petróleo para que el país alcance la autosuficiencia energética, lo cual, según su mensaje, reforzaría la posición geopolítica de Estados Unidos. El candidato quiere simplificar la regulación y aprobar la construcción del oleoducto Keystone XL, vetado por Obama, y así revitalizar un sector castigado por el abaratamiento del barril. Desde 2014, más de 140 compañías energéticas de EEUU y Canadá se han declarado en bancarrota; sólo el estado de Texas, dependiente del crudo, ha despedido en torno a 100.000 personas del sector.
“Si cancela las regulaciones, esto aliviaría a los sectores del petróleo y el carbón”, explica Heather Hurlburt, directora del programa Nuevos Modelos de Cambio en Políticas de la fundación New America. “Pero las tendencias globales son las que son, y las ganancias serían a corto plazo, más que generar cambios a largo plazo”, añade.
El aspirante ha prometido también incrementar el gasto en defensa para reforzar las Fuerzas Armadas y alcanzar, en sus palabras, la cumbre del poder militar estadounidense (10). Aunque en otras ocasiones ha criticado el excesivo gasto en defensa.
“En defensa, si pides dinero el Congreso normalmente te lo concede”, dice Hurlburt. “Pero no tiene a muchos altos oficiales de defensa experimentados, así que creo que de su administración se aprovecharían fácilmente contratistas de defensa que encontrarían la manera de ganar un montón de dinero”.
Las infraestructuras. El único punto común de dos candidaturas tan diferentes quizá sea la urgencia de reparar y ampliar unas infraestructuras envejecidas. El gasto actual en infraestructuras está al mínimo proporcional desde 1958. “La inversión en infraestructuras es una de las poquísimas áreas en las que puedo imaginar una presidencia Trump de acuerdo con los demócratas y republicanos del Congreso”, dice Heather Hurlburn.
Donald Trump, que debe su fortuna a la construcción, invertiría entre medio billón y un billón de dólares en infraestructuras (sin contar con el muro que separaría EE UU de México), más del doble de lo prometido por su rival, Hillary Clinton. La aseguradora Allianz ha publicado un informe en el que recomienda invertir en infraestructuras, construcción y deuda pública relacionada, gane quien gane el 8 de noviembre.
Perdedores
México. Trump ha tenido a México en su discurso desde el día en que anunció su campaña: la construcción del muro fronterizo le granjeó su primer titular y sigue siendo su promesa estrella. Para México, la administración Trump plantearía dos amenazas:
La primera es el muro, que supuestamente detendría el flujo de inmigrantes indocumentados. Además de la potencial herida social y política, la economía mexicana sufriría, ya que el dinero que sus conciudadanos envían desde el vecino podría verse limitado. Los mexicanos residentes en el extranjero, la mayoría en EE UU (33 millones, dos terceras partes nacidos en territorio estadounidense), mandaron a su país 25.000 millones de dólares el año pasado. Más dinero del que México obtienedel petróleo. Trump promete, también, deportar a todos los inmigrantes indocumentados.
La segunda amenaza es la promesa de renegociar, o retirarse, del NAFTA, y de imponer al vecino aranceles del 35%. México es el tercer socio comercial de Estados Unidos con 531.000 millones de dólares anuales entre importaciones y exportaciones. Aun así, queda por ver hasta qué punto puede Trump cumplir estos planes.
“Esa idea de que puedes renegociar los tratados de libre comercio es una fantasía”, declara Heather Hurlburt. “Pero él sin duda cree que EE UU está siendo estafado. Lo ha dicho constantemente desde hace 30 años. Es previsible que, si es elegido, intentará cumplir sus promesas. No sé cómo lo haría, pero lo intentaría”.
Un indicador elocuente del sentimiento mexicano respecto a Trump es su divisa: cuando el candidato republicano sube en las encuestas, el peso mexicano baja, y viceversa.
Banderas de Estados Unidos y la OTAN en la sede de la Alianza en Bruselas. Georges Gobet/AFP/Getty Images
La OTAN. La alianza militar más importante del mundo está financiada al 73% por Estados Unidos y sólo 5 de sus 28 miembros destinan a defensa el 2% del PIB acordado en el tratado. Washington ha regañado varias veces a los aliados para que den la talla y Donald Trump, en campaña, ha sido mucho más severo. Surge la misma pregunta que con el NAFTA: ¿podría un presidente estadounidnese ignorar los compromisos de la Alianza?
“Estamos ligados por el tratado a cumplir los compromisos de la OTAN, aunque Trump haya indicado que sólo lo haría si ciertos miembros cumpliesen el 2%”, dice Alex Ward. “No creo que realmente se aleje de la OTAN; va a aprender muy rápidamente que necesita aliados y socios para enfrentarse a los desafíos mundiales. Pero sin duda sería el presidente más escéptico respecto a la OTAN desde que se formó la alianza”.
“Es difícil de saber, porque no se ha intentado”, explica Elizabeth Saunders, profesora visitante del Council of Foreign Relations. “Enfrentaría resistencias, no sólo en Europa sino en Estados Unidos. Se le intentaría convencer de que eso es una mala idea; es un principio fundamental de la política exterior estadounidense desde la segunda guerra mundial: tener una alianza fuerte y sana. Pero los presidentes tienen mucho poder en política exterior, eso no hay manera de evitarlo”.
Los aliados de Estados Unidos en Asia. El presidente Barack Obama sigue centrado en convencer a 11 naciones del Pacífico de que el Tratado de Libre Comercio va a ser aprobado en el Congreso. Este fue el objetivo principal de su último viaje a la región y quizás sea su última batalla política en Washington; cada vez más congresistas de ambos partidos se han vuelto en contra, siguiendo el creciente rechazo que reflejan los sondeos de opinión.
Trump considera que el tratado debilitaría la posición y el mercado laboral de EE UU; si gana, cancelará el proceso (Clinton también se opone, pese a haberlo defendido cuando era secretaria de Estado). Y las naciones de la región que han elegido acercarse a Washington, en parte, como alternativa estratégica a China, se verían huérfanas de un plan que llevan años negociando y que abriría nuevos espacios a sus empresas. El acuerdo agruparía el 40% de la PIB mundial y el 26% del comercio.
El otro frente abierto en la región es la tensión militar en el Mar de China. Pekín refuerza posiciones en esta área marítima clave para dominar el paso del petróleo y el gas del que dependen aliados de EE UU como Japón, que recibe por esta vía el 60% de sus hidrocarburos. Filipinas, Taiwán, Malasia o Vietnam también están implicados.
El contencioso ha generado una carrera armamentística de consecuencias impredecibles. Mientras Hillary Clinton se ganó reputación de halcón entre los dirigentes chinos cuando era secretaria de Estado, Donald Trump representa una incógnita, como han reconocido diplomáticos chinos. Su retórica aislacionista podría traducirse en una menor implicación estadounidense en los pormenores del Lejano Oriente.
Dólares estadounidenses. Mohd Rasfan/AFP/Getty Images
La Bolsa, el dólar. La perspectiva de una presidencia Trump lleva meses generando nerviosismo en Wall Street. Así lo reflejan las encuestas de opinión entre los inversores, que apoyan mayoritariamente a Hillary Clinton como garantía de previsibilidad y continuismo. También lo dicen las donaciones: la campaña de Clinton ha recibido 48 millones de dólares de fondos de inversión, frente a los 19.000 dólares para Trump.
El dólar continúa siendo el valor más fiable del mundo, símbolo de un país económicamente sano y políticamente estable. Pero ¿y si gana Trump? “Creo que sus declaraciones acerca del comercio, el retorno al mercantilismo, su entusiasmo por las guerras de divisas, habría una enorme ansiedad e inestabilidad en el mercado y en el dólar”, asegura Heather Hurlburt. “Si gana, habría un enorme shock, en este punto, verías una enorme caída bursátil en respuesta. Un interesante paralelismo sería lo que pasó en el mercado británico y la libra después del Brexit”.
Zona gris
China. El rechazo al tratado de libre comercio con el Pacífico y la amenaza de congelar el acuerdo contra el cambio climático podría beneficiar a China. Igual que Moscú, Pekín aprovecharía este cuestionamiento del orden global para llenar huecos. Si Trump se distancia de sus aliados, estos podrían buscar el paraguas chino, y el yuan podría reforzar lentamente un estatus de moneda referencial como alternativa al dólar.
Por otra parte, el candidato republicano ha desplegado una retórica muy dura con China. Ha prometido imponer a los bienes chinos un arancel del 45%, denunciar al país por violar las leyes de la OMC al usar subsidios y acusarla de manipular su divisa.
“Creo que China está preocupada, sea quien sea el próximo presidente”, declara Alex Ward, del Atlantic Council. “Trump les preocupa porque ha prometido actuar contra ellos económicamente, llamándoles ‘manipuladores de la divisa’ e intentando corregir el desequilibrio comercial. Y también ha llamado a los adversarios de China, Corea del Sur y Japón, a hacerse con armas nucleares”.
Un soldado iraquí permanece de pie junto a un eslogan de Daesh tachado. Ahmad Al Rubaye/AFP/Getty Images