En Marruecos, contrariamente a lo que cree la jefa de la diplomacia española y su presidente, entendemos que la política no es el arte de crear problemas.
Un sabio refrán marroquí dice “Ha querido curarlo, pero lo cegó”.
En el Ghali-Gate, se debe ser, más que ingenuo, insensato, creer “correctas” la acogida y protección de un prófugo y genocida, entrado al país de manera fraudulenta (pasaporte y nacionalidad falsos) sin informar ni a propios ni a extraños
También se debe ser delirante para creer que nadie lo iba a saber y que, de saberse “no crearía ninguna crisis con Marruecos”. Gravísima valoración (ignorancia) de lo que es Marruecos y sus valores sagrados como la integridad territorial.
Todo esto es la cara visible del iceberg polisarista. La otra cara es la extrema presión a todos los niveles contra Marruecos, desde misiones ante la UE hasta legionarios de la prensa, pasando por el recurso a profesionales de la crítica y de la difamación o grupos de presión afines al partido en la Moncloa e incluso a insanos intentos de trasformar un grave error político propio en violación migratoria del vecino. O sea, de victimario a víctima y, lo que es más grave, comercializarlo en los medios de comunicación que se controla.
La peor solución… el peor consejo. Las cosas, como son y no como algunos quieren convertirlas.
Con otro gobierno, otro presidente y otro ministro de Exteriores las cosas hubiesen transcurrido de otra manera. Así lo corroboran los puntos de vista al respecto de irreprochables personalidades políticas como, entre otros, ex presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, del ex ministro de AA.EE, José Manuel García Margallo.
No es más que el comienzo. La clarividencia política aconseja al sentido común antes de que se descubran los entresijos de la transacción argelino-española sobre el Ghali-Gate, lo que provocaría un sismo interior y exterior.