Said Jedidi en Radio Tarfaya: Voz de la liberacion y la unidad (1974)
Con ocasión de la Marcha Verde, estimamos oportuno volver a publicar los seis episodios de Tarfaya y su “Voz de liberación y de la Unidad” primer núcleo de la Marcha verde informativa y comunicativa. Publicaremos diariamente dos episodios de esta serie de “Apuntes” de Said Jedidi
Tampoco cumplieron esta vez los de Rabat: En el aeropuerto de Agadir no me esperaba nadie… o casi nadie. Más de una hora después del aterrizaje de mi vuelo desde Casablanca, con su difícilmente excusable gusto a las utopías dos oficiales uniformados de las Fuerzas Armadas Reales se acercan:
¿Has hecho buen viaje, Sr. Jedidi? Pregunta uno de ellos sin pedagogía alguna.
Pues no mal, peor fue la espera aquí.
Los atascos, ya conoces como esta la circulación en la ciudad durante el verano.
Me imagino.
Un sorbo de emoción. ¡Por fin, esto se acaba! En el trayecto hasta mi residencia me di cuenta de que no solamente sus uniformes estaban polvorientos sino también sus ideas:
“Lo ideal para España es que Todos los ministerios se ocuparan de la cuestión marroquí…todos menos el de la Guerra y de la Marina”. ¿Sabes quién ha dicho esto?
No lo dijo, sino lo escribió en “El imparcial” en 1911. Ortega y Gasset.
¡Impresionante! Creo que le vas a gustar al coronel mayor.
Veremos… dijo el ciego.
…Y no vio nada porque el coronel mayor parecía tener otros gustos, otros modales y otras formas de concebir las cosas.
Con su humor irritante me entregó un ejemplar de “Jeune Afrique” ordenándome en un alarde de examen:
Echa un vistazo y dime lo que observas
Al cabo de unos minutos con la presión del instante y la incertidumbre de la circunstancia me vuelve a pregunta:
¡Alors!
Pues hay un largo articulo ilustrado sobre el Sahara y…
No. Creo que no es una misión para ti.
Mis acompañantes me hacían gestos para no responder. Con su mirada y medio cuerpo convergidos hacia el exterior de la habitación me dijo:
– Mira la fecha.
“¡Ah pues este era su ‘scoop’!” pensé. Era un ejemplar de un 25 de mayo de 1975 cuando estábamos aun en un 16. Once días antes, tenía un ejemplar.
Media hora después estábamos los coroneles Al Hayik, Achair y yo en un bimotor rombo a Tan Tan en cuyo club de oficiales nos reunimos con el coronel Brimichi y otros oficiales superiores de las FAR.
Que uno de los dos motores del aparato se averió en el curso del trayecto.
¡Santo Dios! Ya comenzamos…
El hombre era de pocas palabras. De muchos gestos y de una curiosidad clínica. Un equilibrio entre la humildad y la elegancia. Era conciente de la etapa y firmemente decidido a evitar todas las sorpresas. Tanto que pese a los miles de militares en la pequeña ciudad nadie podía imaginarse que se preparaba algo “gordo”… uno de los acontecimientos más espectaculares del siglo XX: la Marcha Verde.
No obstante, nadie o casi nadie lo sabía ni lo podía saber. Una movilización insólita, casi surrealista. La manera fluida y expresiva de la casi totalidad de los oficiales en Tan Tan no superaba la emoción y cierto entusiasmo salpicado de incertidumbre y de espera. Sin embargo las sospechas traducían una abstracta lógica de la inevitable y sistemática descomposición de una situación histórica que ha durado más de lo suficiente. Era la más satisfactoria y suficiente de las explicaciones. Se vivía, barajando las posibilidades y las eventualidades, “al loro”, de lo que podía anunciar Rabat, donde un silencio fúnebre rodeaba los preparativos de la gran inflexión. Para los responsables militares en Tan Tan se trataba visiblemente de asumir la capacidad de incorporar y transformar las ideas de otros (del rey Hassan II) en pensamientos y estrategias propias con un desprecio del riesgo que supera la lógica y la racionalidad.
En este océano de incertidumbre entusiasta, había de todo…. Ordenes, instrucciones, estrategias, planes y una visión que nadie (los pocos que la conocían) quería desvelar. Había de todo… todo menos una explicación transparente y explicita de lo que se emprendía. Los responsables parecían excesivamente críticos y exageradamente diferentes.
Tan-Tan/Tarfaya, Tarfaya Tan-Tan: Sin camino trazado ni finalidad ostentada el trayecto entre ambas ciudades saharauis parecía un hormiguero: Pertrechos militares, transporte de tropas, de intendencia y de material de todo tipo. La vida parecía estar al otro lado del río Nun aunque pocas cosas podían parecer tan paradójicas como aquellas masas (autoridades civiles y militares) sometidas a continuos ultimátum, que podían (debían) sospechar y no sospechaban, podían (debían) dudar y nadie se atrevía, podían aspirar a comprender pero ni querían comprender ni dejaban que los demás comprendieran.
“Lo dijo Sidna”[2]. Era suficiente, bastaba y sobraba. Extraña lectura de los movimientos de la sociedad pero real y lógica para quien, como los zapatistas no quiere el poder del estado, en este caso de la ciudad, sino el poder.
Ni el coronel Bermichi ni sus próximos colaboradores en el club de oficiales querían que un periodistas la noche en dicho club, entre los “suyos”. A primera vista no querían arriesgar nada.
– Os vais dentro de un par de horas a Tarfaya, me dijo el coronel Sussi, encargado de la intendencia militar en la entonces zona sur que aun no comprendía los territorios recuperados del Sahara.
No cabía duda: Querían liberarse de mi…y yo de ellos. En el horizonte quedaban ideas sobre lo que podía parecer Tarfaya y su gente, como llegar, qué hacer allí y a quién voy a ver (o quién me va a esperar) que es igual.
Comenzaba a vislumbrarse los grades rasgos de la nueva aventura.
De nuevo en el improvisado aeropuerto de Tarfaya: decenas de aviones y avionetas, todos militares, cargas y descargas, órdenes en voz alta casi con desfachatez y una imagen de que el acontecimiento, “cualquiera” que fuera no será corriente ni normal.
Mis amigos de la unidad móvil de la RTM me acompañaron encargándome de recados para sus colegas en Tarfaya.
Se vivía y se respiraba un estado de excepción.
Desde el cielo volví a converger mi mirada hacia atrás para ver Tan Tan que desaparecía poco a poco entre las primeras montañas del Uerkzis.
¿Conoces Tarfaya, Sr. Jedidi? Preguntó el coronel Hayek
En los libros y los relatos de la historia, respondí sonriendo sin quitar la mirada de la magnífica cadena de montañas de abajo. Marqué una breve pausa antes de precisar: Espero que esta vez el bimotor tenga dos motores y no solo uno.
Los dos oficiales soltaron una larga carcajada antes de enlazar:
Que no lo has olvidado.
Es que yo no soy militar.
-II-
Desde el cacharro se veía la primera imagen de Tarfaya y su simulacro aeropuerto en el que una media docena de militares, oficiales y suboficiales esperaban aparentemente la llegada del aparato. Desde la nublosa ventanilla admiraba la difusa silueta de quien me hablaron tanto y tanto he leído: El coronel Hassanito, comandante del trigésimo segundo batallón de infantería de las FAR, recién regresado del Golan sirio donde combatió heroicamente, según diversas fuentes, a las tropas israelíes.
Una mezcla centesimal de competencia y elegancia militar y humildad. Debido a sus exigencias en materia vestimenta, sus hombres le llamaban Romel, en alusión al famoso mariscal alemán. Intelectual, muy atento a todo y con un destacado acento toledano en cuya academia militar había estudiado.
Hassanito era y debía ser el orgullo de las FAR. Durante las conversaciones de orden profesional (Radio Unidad y Liberación de Tarfaya en la que yo era jefe del departamento en español) descubrí que se trataba de un oficial de aquellos en vías de desaparición: de honor militar y de un eclecticismo punzante, nunca abandona sus certezas disipando rápidamente toda verosimilitud y obrando en sentido inverso del camino recorrido infructuosamente por otros. No solía delegar su confianza a nadie, no expresándose nunca en el vocabulario de la pasión. Su sonrisa eclipsaba toda intención de irritación. Era de los que creían que, como dijo un oficial marroquí, “La historia contemporánea marroquí esta marcada por tres catástrofes: La muerte del rey Mohamed V, el terremoto de Añadir y…la independencia de Argelia”.
El hombre recuerda a alguien… a algo… a todo.
Tarraya parecía salir de una guerra nuclear. La ciudad estaba patas arriba. Sus calles invadidas por la imponente arena, sus casas abandonadas, sus edificios pasto del olvido y su historia que se envejecía parecían, sin condiciones del ultimátum de Potsdam hasta cierto punto a Hiroshima y Nagasaki aquellos inolvidables 6 y 9 de agosto de 1945. Solo desordenadas manadas de cabras recorrían majestuosamente lo que quedaba de las calles de la ciudad, comiendo lo poco y más que extraño que encontraban. Los pocos habitantes que decidieron perseverar eran los más silenciosos del mundo. Con sus miradas perdidas en el horizonte de aquél majestuoso Océano se pasaban el día y parte de la noche esperando recoger en la bonita playa un trozo de Al Aoud[3] o pescar un pescado del gran tamaño como los había en abundancia. Casi nunca se llegaba a comprender lo que decían cuando se les podía escuchar.
La Casa del Mar era testigo de una injustificada negligencia histórica y patriótica y su hospital de campaña, donde sin necesidad de electricidad se operaba en la planta baja exclusivamente por las mañanas para aprovechar la luz diurna, ilustraba el grado de su importancia geoestratégica. No cabía duda: Habida cuenta de su importante posición geográfica y pese a lo que parecía una vida efímera, Tarfaya ha vivido momentos de resplandor geopolítico.
El 32 batallón de las FAR trataba, a trancas y barrancas, de poner orden en la convulsionada ciudad. El joven teniente, Dr. Thami Benhayun se encargaba de la salud de toda la ciudad, desplegando, además de los esfuerzos propios de un medico, los de un dentista o de un cirujano. Era así, por esencia, por instinto y por profesionalidad y profesionalismo.
Tanto en su gabinete de consulta como en su propio domicilio, el Dr. Benhayun era la persona mas solicitada de miles de militares y otros miles de civiles, tanto es así que, por dormir muy poco, recurrían medicamentos para mantenerse de pie. Su dimensión humanitaria y su trayectoria profesional ha superado los limites de Tarfaya: En Mahbes, Khaui Anna’am o en Guelmim se esbozaban con orgullo y gratitud sus “hazañas” médicas.
“El hombre con la ‘baraka’”[4] tan sutil como preciso, el Dr. Benhayun era el ejemplo mismo y vivo de la conciencia profesional…de la especie de los que te convencen de que tu vida tiene un precio.
Tarfaya tenia también su hombre-providencia: el sargento jefe Buziane, el hombre que se encargaba de todo y de nada. El mas célebre del 32 batallón y el mas criticado y admirado por sus adversarios o admiradores, según hacia donde se vea. Exageradamente celoso en aplicar las normas militares. Intratable cuando se trata de ejecutar órdenes y desmesuradamente amable y hasta disponible en su trato con los civiles. Su fino humor militar era de notoriedad pública:
“Erase una vez un guardia que, para jurar que no ha cometido falta alguna, rogaba a su superior: ‘Que me muera civil, mi coronel, que no fue yo’”.
Con un lenguaje inaccesible solía contar dos hasta cuatro veces por día la historia del general Georges Marshall quien al presentar el plan que lleva su nombre preguntó: “¿Hay alguien que pueda explicarme en qué consiste este plan?”
¿Himno a lo militar o desprecio a lo civil? Ni uno ni otro. Lo había cogido de vicio. El sargento Buziane se divertía contando anécdotas sobre los civiles sin ocultar que un día lo será… al final fue una de los primeros mártires de lo que meses después se dio por llamar la guerra del Sahara.
Acabó muerto ahogado en un pequeño río de la región…porque no sabía nadar y nunca lo había revelado. Nadie…absolutamente nadie hubiese imaginado que el súper sargento jefe Buziane no sabia nadar.
Su muerte cerró un capitulo de preparativos de cara a…
Más que vivir, la ciudad estaba atada a la vida desde Agadir con la llegada de tres hasta cinco camiones diarios con el abastecimiento de la ciudad y arrabales y los incesantes e intensos trabajos de algunas empresas estatales como correos, teléfono y telégrafo o de electricidad. Tarfaya se preparaba al gran acontecimiento sin que nadie supiera de qué se trata.
Y los amigos de la RTM: Si Abdeslam Zair, Mohamed Tazi, Mostafa Alaui, Mohamed Idrissi, Si Mohamed Gharbi, Mokhtar etc…
Ejemplo entre los ejemplos en la abnegación, amor a la patria y espíritu de sacrificio. Más que vivir vegetaban y lo hacían con orgullo. Todos y cada uno, sin proyecto ni estrategia de comunicación clara trataban de llegar al instinto inquieto del descarriado, conscientes de que al otro lado[5] la verdad aterroriza.
Un grupo de francotiradores, unos con un estilo preciso y elegante, otros con su afán patriótico hasta el sacrificio supremo, que acabó por descubrir, como otros, que su ingrato país no recompensa la lealtad ni gratifica el sacrificio de la fidelidad y la abnegación: Unos han fallecido en la más cruel de las indiferencias, otros siguieron viviendo sin esta referencia, ambos fueron pasto del olvido colectivo y de la profanación de la memoria de quien ha hecho tanto…en vano, como si fuera delincuente de opinión.