Cualquier acto cuyo fin es derramar sangre y dejar hondas cicatrices que el tiempo jamás curará, es injustificable e inhumano. No hay religión o bandera en el mundo que toleren la injusticia y el crimen (intereses económicos y expansivos merecen un capítulo aparte)
Bajo la extensidad del cielo azul, toda la humanidad comparte inquietudes, ambiciones, miedos y anhelos de carácter universal, por lo que Marruecos y España no van a ser una excepción.
Los últimos acontecimientos no deberían ensombrecer el camino del diálogo y el entendimiento, ambos pueblos son lo suficientemente inteligentes para no dejarse manipular, informativamente hablando, porque sólo un malentendido separa la cordialidad del odio.