Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni de donde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de argelinos de Tinduf y víctima de laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… La situación de la población de estos campamentos es real y potencialmente inquietante. Atada a la vida, la gente se pregunta con qué derecho fue sometida a tantas humillaciones y a tantos atentados contra su dignidad saharaui. Cunde la desconfianza y la parquedad. Desaparecen trágicamente la solidaridad, la fraternidad y el amor al prójimo. La gente no busca más que sobrevivir para el día siguiente con la eterna pregunta de que si alguna ayuda humanitaria internacional u otra limosna haya llegado al campamento y, sobre todo, si les va a llegar.
Otro grave problema para la junta militar argelina y su Polisario: ¿Cómo ocultar la vertiginosa evolución que ha conocido la cuestión del Sahara marroquí en el curso de este ano y el transcurrido?
Advenimiento del Movimiento de los saharauis por la Paz, una fuerte, casi irresistible tendencia a adoptar su tesis y sus ideas en el gulag argelino de Tinduf y un Polisario que, representa hoy al 2% de los saharauis de los campamentos y nadie puede apostar por lo que será mañana.
Más gastos para Argel y más fracasos y reveses sobre todos los planos.
En los campamentos se ha comenzado a investigar las fortunas de los máximos dirigentes del Polisario hoy y ayer.
Caen las máscaras. Lo que queda del Polisario no parece convencer al régimen militar argelino, cuyo apetito expansionista nunca había sido tan amenazado como ahora, gracias, entre otros al ineludible gusto de los responsables de su milicia a la riqueza y a lo lucrativo.
Los que aun apoyan en España o en otra parte a la milicia del Polisario y sus atrocidades, lo dejaran de hacer mañana o pasado.