La decisión es una determinación, la resolución que se toma o se da a alguna cosa.
La decisión involucra firmeza de carácter y un compromiso existencial con la vida. Está relacionada con la elección, la vocación, el destino y la resolución.
Plantea metafísica y moralmente el problema de la libertad.
Dicen los psicólogos que es la elección que sigue a la deliberación consciente.
La decisión hace posible la conducta, por lo tanto refuerza la voluntad, impidiendo las indecisiones.
La decisión se torna difícil cuando la situación o las personas son desarmónicas. La armonía personal y de la relación hace a una mejor y sensata decisión.
Es una responsabilidad que surge de la libertad, y del libre albedrío y hace a las relaciones sociales correctas.
La falta de seguridad y los estados depresivos anímicos hacen a las indecisiones en el comportamiento humano.
También la carencia de valores firmes, y poner el acento en cuestiones materiales, económicas, de conveniencia o de compromiso, hace que no puedan tomarse decisiones o que éstas no sean las correctas.
El término corresponde a lo que Aristóteles denominaba elección, el momento final de la deliberación en el cual se determina el compromiso, hacia una de las alternativas.
Para él era “una apetencia deliberada que concierne a las cosas que dependen de nosotros”
Es el acto de superar las posibilidades del compromiso. Es un acto anticipatorio que se proyecta y que determina de alguna manera el futuro.
Para Haidegger la única decisión auténtica no es la decisión cotidiana sino la decisión hacia la posibilidad auténtica y propia de la existencia, es decir hacia la finalidad.
Debe contener un curso de acción claro, un firme propósito de llevarlo a cabo, y la adhesión clara y coherente a una línea de conducta.
El mundo actual nos plantea un sinnúmero de decisiones, que debemos tomar a veces simultáneamente, y sin respiro, por lo que debemos estar preparados para responder casi sin resuello.
Las decisiones se complican, con la conformación social, con el poder y la autoridad, con las determinaciones que toman otros y que nos comprometen a nosotros por formar parte de un grupo, o por el juego de los sistemas políticos, donde las mayorías determinan ciertas normas de conducta.
Hay que tener valores muy firmes, convicciones profundas y un ánimo íntegro para no caer en situaciones que nos obliguen a hacer lo que no sentimos ni queremos o a decidir sobre un futuro que no deseamos para nosotros ni para nuestros hijos.
Porque por encima de las situaciones, de las relaciones personales, nacionales e internacionales, está la vida, la dignidad, la integridad y el ser del hombre.
Nuestras decisiones determinarán como será el futuro de nuestra existencia y de la que nos siguen.
El mundo se está convirtiendo en un lugar horrible, la violencia y la corrupción, la inequidad y la miseria campean en el universo.
Estamos perdiendo la alegría de vivir, la gracia de criar y compartir el tiempo con nuestros familiares y amigos, la dignidad de habitar un lugar confortable, de alimentar a los nuestros, de tener un trabajo corriente y estable y de soñar con un mundo mejor y la felicidad universal.
Ésta es también una decisión nuestra.
Depende de nosotros, de lo que pensemos, sintamos y pongamos en acción, con nuestro esfuerzo y nuestra voluntad, que se recupere la alegría de vivir, la gracia de compartir y la dignidad.
Es nuestra decisión. No permitamos por ningún motivo, que el mundo, las condiciones sociales, económicas, políticas nos impidan soñar, y planificar un mundo mejor.
Un mundo de paz y armonía, donde los hombres se sientan como hermanos y vivan felizmente en dicha hermandad.
En nosotros está conseguirlo.
Es nuestra decisión y debemos aferrarnos a ella con todos nuestro corazón.