Aclaro, de antemano que importa muy poco cómo me llamo, ni de donde soy ni como he llegado hasta aquí, sino lo que voy a revelar, porque a excepción de una sola hermana, toda mi familia (15 miembros entre próximos y lejanos parientes) sigue, como la inmensa mayoría de su población, rehén del Polisario en los campamentos de argelinos de Tinduf y víctima de laberintos de “derechos humanos” y de “solidaridad’ internacional… La situación de la población de estos campamentos es real y potencialmente inquietante. Atada a la vida, la gente se pregunta con qué derecho fue sometida a tantas humillaciones y a tantos atentados contra su dignidad saharaui. Cunde la desconfianza y la parquedad. Desaparecen trágicamente la solidaridad, la fraternidad y el amor al prójimo. La gente no busca más que sobrevivir para el día siguiente con la eterna pregunta de que si alguna ayuda humanitaria internacional u otra limosna pueda llegar.
… Y todo ha vuelto a la “normalidad”. En este Guantánamo argelino de Tinduf no son pocos los que creen que “habrá un antes y un después del Congreso”. Todo el mundo habla de la estrategia “electoral” argelina en su campamento de Tinduf, presentando a candidatos “o malo o peor”. Con ello comienza un nuevo episodio en el que no se aceptan a los caciques que se han enriquecido escandalosamente a costa de una población “refugiadizada”, sometida a una grave vegetación, sin voz ni aliento.
El Polisario abre con su congreso y su ridícula “elección” la puerta del infierno, sabiendo que su mentor argelino pinta menos que el peor pintor de brocha gorda.
Un viejo-nuevo “presidente, vitalicio, una jauría de propagandistas pagados con raciones de los “refugiados y una población que sabe que con los regímenes autoritarios no hay milagros.
En el gulag argelino de Tinduf muy difícil prever lo que va a pasar. Todas las eventualidades están abiertas, incluida una guerra que acabaría con la milicia y su falsa ilusión separatista-terrorista.