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LA MUJER, Elías D. Galati

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Sobre la mujer se ha ejercido y se ejerce la mayor discriminación que existe

en este mundo

Las campañas, las consignas y el día de la mujer tienen por objeto

concientizar y lograr la igualdad de género, el ejercicio de los derechos de

las mujeres y su reconocimiento en la sociedad.

El mito de Adán ha condicionado a las sociedades, y las características

psicológicas del ser humano han determinado que para poder tener

autoestima las personas nieguen y transfieran.

Yo no fui y la culpa la tuvo el otro, es explicación común para todos los

desarreglos y cuestiones espinosas de nuestra especie.

La condición es tan antigua, que la encontramos en el Génesis, allí al

preguntarle Dios a Caín donde estaba Abel, éste lo niega y le contesta ”soy

yo acaso el guardián de mi hermano”, y al preguntarle a Adán si ha comido

del fruto del árbol que había prohibido, éste contesta transfiriendo, “tú tienes

la culpa Dios, porque la mujer que me diste me tentó”, con lo cual en el

inconsciente colectivo queda flotando la duda que la culpa de todo lo que

nos pasa es de las mujeres.

Pero hay algo más, y tiene que ver con la condición biológica de la existencia

humana, que desmiente que Eva sea “la costilla de Adán”

En mi artículo “Chau Adán” he señalado que los científicos han determinado

sin lugar a dudas, que todos los embriones de los mamíferos, incluido el

hombre, nacen hembras, y que alrededor de las 7 semanas en algunos de ellos

se produce un mecanismo inhibidor que impide la formación del útero y los

genitales femeninos, transformándolos en varones.

Por lo que el varón sería consecuencia de un fallo en la formación del

embrión que originalmente es hembra.

Milenios de cultura y de educación han señalado sin embargo una supuesta

preeminencia del varón, cuando en realidad el plus de la especie está en la

mujer.

Si bien el nuevo ser se forma con el 50% de los genes de cada progenitor,

somos mamíferos, es decir el embrión que se forma no está completo,

necesita desarrollarse, y ese desarrollo se produce en el interior del cuerpo

de su madre, es decir que en el período intrauterino, sólo la madre provee a

la formación y complemento del nuevo ser.

El embrión tendrá las características de su paso por el vientre materno, con

todas las condiciones, dificultades y acontecimientos, sentimientos, alegrías

y tristezas, enfermedades y progresos que le hayan ocurrido a su madre,

durante dicho período.

El varón en esa etapa no cuenta. Sólo la madre, la mujer.

Por eso el símbolo característico de nuestra especie es una madre

amamantando a su bebé.

Dicha condición hace a la mujer, generosa, paciente, solidaria, benévola,

misericordiosa y sabia.

No tiene escapatoria, no tiene vuelta, debe ser así, si quiere gestar una nueva

vida y llevarla a buen término.

Entonces se la debe proteger, pero desde su lugar, con sus condiciones, no

pretendiendo ser amo y señor determinando los conceptos a seguir.

Lamentablemente muchas veces en lugar de protegerla se la violenta.

Debemos comprender que si hay algo más de Dios en nuestro mundo, ese

algo más es la mujer.

Ella cumple el papel de creadora y ante ello debemos rendirnos.

Es la maestra del amor, entiende la condición humana y siente

profundamente el sufrimiento, el dolor del ser, aplicando la bondad, el

perdón y el cariño que todo hombre desea.

Todos sin excepción, somos hijos de mujer, todos hemos sido gestados en

un vientre materno, todos llevamos las condiciones, las alegrías, las virtudes

y las locuras de una madre.

Bendita mujer, bendita diferencia que permitió que podamos tener una piedra

basal, un punto de inicio, una relación a la cual recurrir en cualquier

momento de nuestra existencia sabiendo que allí estará, desde este mundo o

desde el otro, para orientarnos, para protegernos, para consolarnos y para

señalarnos el camino correcto hacia nuestro destino.

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