Elias D. Galati
Poeta y escritor (Argentina)
Bienhechor es aquel que hace un bien, que beneficia, en especial el que hace
un bien o presta una ayuda a otra u otras personas de manera desinteresada.
Proviene del latín benefactor-oris, y tiene el significado de bien hecho.
En otro sentido puede significar la restauración, es decir volver a la situación
original, después que esta fue cambiada o modificada.
Ambos sentidos son aplicables a la palabra bienhechora, tanto aquella que
tiende a hacer el bien o ayudar a otros, como también la que tiende a restaurar
a volver al lugar original, natural y común las situaciones en que otros
puedan encontrarse.
La comunicación es indispensable para el hombre; de esa forma el mismo
transmite información.
El lenguaje es la forma de comunicación humana, existiendo muchas formas
de lenguaje, no sólo el oral y escrito, sino también otros medios, no sólo los
gestos, la mímica, sino en esta era tecnológica las numerosas formas de
comunicación digital que existen.
Si en otras épocas, la palabra se manifestaba a través de la conversación, de
la prensa, del teléfono y otros medios, y las vías de acceso a los diversos
centros de población aceleraban la comunicación, hoy en día el paradigma
de la comunicación está en la red.
Si alguien quiere estar comunicado con el mundo, más allá de estar en un
lugar de fácil acceso, con elementos a su alrededor que lo puedan comunicar,
con vías terrestres, marítimas y aéreas que lo acerquen, es posible que esté
en el centro de la comunicación, careciendo de todos esos elementos, pero
si tiene acceso a Internet.
Igualmente sigue siendo el lenguaje, y la palabra es el alma del lenguaje,
pero debe ser adecuada a la función que va a cumplir, es decir la
comunicación virtual.
La historia nos enseña y comprueba, que la mayoría de las palabras no son
bienhechoras.
En el hombre existen pulsiones, algunas naturales, que promueven un grado
de competitividad, un deseo de superación, y hasta un nivel de consideración
sobre sí mismo, sobre sus ideas y sus realizaciones mejor que el de los otros,
y una condición de minimizar y no considerar los logros y realizaciones de
los demás.
Con esa intención es difícil emplear palabras que beneficien o ayuden a los
demás.
Con el agravante, que no todos están dispuestos a dar a conocer el modo o la
forma en que lograron superarse, para ejemplo y modelo de los demás porque
podrían competir y aún superarlo.
Pero hay una condición que hace a la esencia del ser humano, y que es la
búsqueda de la felicidad.
Para lograr la felicidad, hay que ser mejores, hay que progresar, y nadie
puede progresar ni mejorar sólo, por sí mismo; el hombre como ser social
necesita de sus semejantes, no sólo por los roles que asume cada uno, y que
sería imposible que todos y cada uno asumieran todos los roles, sino también
por el sentido comunitario que tiene nuestra especie.
Todos en algún momento de nuestra existencia, hemos esperado una palabra
de aliento, una idea que nos permita solucionar una situación que se hacía
crónica y no mejoraba.
Quién no ha tenido alguna vez el deseo de sentir que alguien lo apoyaba, lo
sostenía y le daba los instrumentos para salir del momento que vivía.
Ahí es cuando se hace necesaria la palabra bienhechora.
Que puede ser dicha de primera mano, si uno forma parte de la situación, o
si se siente amigo o próximo a quien la necesita.
Pero que puede estar, por la maravilla de la comunicación, en algún lugar,
un libro, una revista, un audio, un mensaje en la red, o un relato que se haya
hecho en otro momento y en otro lugar y que como todo lo que decimos y
hacemos queda en este universo poli funcional, que es la palabra hablada o
escrita que se desparrama por el mundo, sin que tengamos conciencia adonde
llega.
Entonces es un deber y una responsabilidad, que todo, absolutamente todo
lo que digamos o escribamos sea bienhechor.
Que nuestras apreciaciones sean ecuánimes, que nuestras razones busquen el
equilibrio, que nuestros textos surjan desde el amor y no desde el desprecio,
el rencor, la violencia o la discriminación.
Porque lo que ha salido de tu boca o has escrito con tu mano, queda, está en
el infinito acervo de la cultura humana, que para bien o para mal se transmite
a tus semejantes
Por eso proclamemos y escribamos palabras de bondad, que sean útiles para
quienes las necesitan, equilibradas, reales, justas y verdaderas, que permita
que el hombre sea mejor y llegue a la felicidad.
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