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LA PERSONA HUMANA Y SU COMPORTAMIENTO Elías D. Galati (Argentina)
Tribuna infomarruecos.ma

Una de las condiciones esenciales para la vida en sociedad, es el respeto irrestricto por la dignidad de la persona humana.
Todos los seres humanos tienen la misma condición, y es necesario que a pesar de las diferencias y de las circunstancias históricas, se respete a todos sin excepción por su condición de miembro de la raza humana.
La historia nos ha enseñado, muchas veces trágicamente, lo difícil de sostener este principio y las consecuencias nefastas de no respetarlo, que han culminado en discriminaciones, luchas y contiendas bélicas.
Más el respeto por la persona y su condición, es un aspecto aparte del comportamiento de la misma.
Un elemental principio de justicia y de orden, señala que la conducta que no está ordenada o viola las normas, genera responsabilidad para quien la sostiene y debe ser castigada en la persona que la comete.
Si bien hay principios éticos y una conciencia general en la especie, es complejo señalar un modo, una forma que determine cuál es el orden, que es lo correcto y lo incorrecto y que se debe hacer.
Los pueblos a través del tiempo han generado tradiciones, modos de actuar y normas que han sido aceptadas mayoritariamente y forman un modo de ser, un complejo de normas morales aceptadas socialmente.
De todas formas podemos señalar que el principio del amor y de la bondad, es la causa y el mecanismo de control elemental para el comportamiento humano.
Todos comprendemos que es lo bueno, aquello que está ordenado a la vida y a la dignidad humana, y todos entendemos que el amor es la fuerza motriz que impulsa a la humanidad a concretar su destino.
Sin amor, es imposible que la vida se genere y prospere, por eso hemos señalado en otra oportunidad la importancia de la mujer y el plus en su ser como exponente humano, ya que todos nosotros, todo hombre, varón y mujer, ha recibido la enseñanza del amor; a todos nos ha enseñado a amar una mujer, aquella que puso la impronta de pequeñitos en nuestro corazón.
Decía San Agustín, ama y has lo que quieras, porque desde el amor todo lo harás bien.
Pero no siempre el comportamiento es correcto y amoroso, y vemos permanentemente, personas, grupos y comunidades enteras que proceden de otra manera, y que en su conducta se manifiesta el odio, el rencor, la violencia, la discriminación y la intolerancia.
Entonces del respeto a la persona no se sigue la aceptación de su comportamiento, si éste no es adecuado.
La aceptación de su comportamiento, a veces, es motivada por conveniencias, políticas, ideológicas, económicas y hasta sociales.
Puede ser porque comulgo con sus ideas, porque tendré un beneficio en bienes o en dinero, porque es mi amigo o porque me conviene y me beneficia en los roles que juego en la sociedad.
A esto se sigue, en el plano individual, pero también en el plano social, y en el de las naciones, que no sólo acepto su conducta, sino que me uno a la misma, y que muchas veces entablo negocios o emprendimientos con ellos, que figuran embanderados en su forma de comportarse y de actuar.
Entonces mi proyección teórica hacia la realidad, está subvertida.
¿Podré sostener mis convicciones bondadosas, pacíficas, ante circunstancias que afecten a aquellos con los cuales me he comprometido?
Hay una diferencia entre pactar con aquellos que no tienen mis convicciones, y hacer negocios o emprender realizaciones con ellos.
El pacto social, es entre todos, aun con las diferencias insalvables que pueden haber entre quienes quieren realizar lo correcto y quienes no, entre quienes son bondadosos y equilibrados y entre quienes son autoritarios, porque la vida humana es un camino que todos debemos recorrer juntos.
Pero emprender realizaciones que no van con nuestras convicciones o nuestros principios, no forma parte del pacto, forma parte de un compromiso que asumo o asumimos, por conveniencia, por simpatía, por ideología o por conveniencia económica y social.
Todos los hombre merecen mi respeto por su dignidad intrínseca, y nadie soy para imponer conductas, más el comportamiento que ellos exhiben lo debo juzgar a través de la profunda convicción que no hay futuro para la humanidad sino desde el amor, desde el respeto, desde la igualdad y la tolerancia.
Porque si acepto participar de la conducta de quienes son intolerantes y violentos, también me convierto en lo mismo.