Mark Twain, el célebre escritor y humorista del siglo XIX, no solo dejó una profunda huella en la literatura, sino que también se destacó por su aguda inteligencia y su capacidad para burlarse de las convenciones sociales. Sus anécdotas revelan su ingenio y su perspicacia, como cuando cuestionó la construcción de un muro alrededor de un cementerio o su respuesta sobre su longevidad como fumador. Su agudeza en los diálogos, como el intercambio con un obispo o un pedante, nos muestra por qué Mark Twain sigue siendo un referente en el mundo del humor y la sátira hasta el día de hoy.
Se quejó Mark Twain a los que estaban levantando un muro para rodear un cementerio, diciéndoles: “¿Para qué un muro si los que están dentro no pueden salir y los que estamos fuera no queremos entrar?
Cuando cumplió setenta años, preguntaron a Mark Twain cómo había podido vivir tanto, siendo, como era, un fumador empedernido. “Porque desde que comencé a fumar me propuse, y lo he cumplido, no fumar nunca mientras duermo”, contestó.
A su íntimo amigo, el obispo de Hartford, dijo Mark Twain un domingo, tras el oficio religioso: “El sermón que has pronunciado hoy lo tengo en un libro palabra por palabra”. El prelado, entre sorprendido e indignado, negó rotundamente que él hubiera copiado su sermón. “Pues yo te demostraré que yo tengo razón, insistió el humorista”. Y le envió un diccionario.
Un pedante preguntó a Mark Twain si era bueno para la inteligencia comer pescado, por el fósforo que contiene, y encontró esta respuesta: “Sí que lo es, y a usted, con dos o tres ballenas, aunque no sean de las más grandes, creo que le será suficiente”.
Los tratos de Mark Twain con los banqueros no deben haber sido muy afectuosas porque esto es lo solía decir de ellos: “Te prestan un paraguas cuando brilla el sol y exigen que se lo devuelvas cuando empieza a llover”.