En el corazón de Rabat, en mi óptica, suceden muchas cosas interesantes a lo largo del día. Desde ayudar a los clientes a encontrar las gafas perfectas hasta ajustar monturas, mi vida cotidiana está llena de interacciones únicas y momentos inolvidables. Pero un día en particular, una experiencia en la tienda me dejó una valiosa lección que quisiera compartir.
Una de mis clientes habituales, a quien le encantan los chismes de la calle, entró en la tienda como de costumbre. Mientras hojeaba las últimas revistas de moda, comenzó a contarme las últimas noticias de la vecindad. Sus relatos eran entretenidos y a menudo divertidos, y disfrutaba escuchándola mientras trabajaba.
Sin embargo, ese día, mientras ella compartía un chisme jugoso, un caballero entró en la tienda. Su apariencia sugería que podría ser un académico o un profesor, ya que llevaba una cartera y tenía una mirada perspicaz. Cuando escuchó el relato de la cliente sobre la vida de otra persona, intervino con un proverbio popular que cambió la atmósfera de la tienda: « Lo que no ves con tus ojos no lo inventes con tu boca ».
La tienda se llenó de silencio. La cliente habitual parecía desconcertada, y el caballero nos miró con una expresión sabia. Me quedé pensando en esas palabras, que tenían una profundidad inesperada. El proverbio sonaba a una advertencia sobre juzgar a los demás o compartir chismes sin pruebas claras. Me hizo reflexionar sobre la importancia de la empatía y la prudencia en nuestras palabras y acciones.
Intrigada por la sabiduría de ese proverbio, después del trabajo, decidí investigar su origen y descubrí que es una sabia expresión que ha perdurado a lo largo del tiempo. A pesar de su simplicidad, encierra una verdad universal: no debemos inventar historias sin fundamento o juzgar sin evidencia.
Ese día, aprendí que las lecciones más valiosas pueden surgir de encuentros inesperados. Una cliente habitual, un proverbio popular y un hombre con una cartera me recordaron la importancia de la empatía y la moderación en nuestras palabras y juicios. A veces, las lecciones más significativas se encuentran en los lugares más inesperados, como mi tienda de óptica en Rabat.
