CrónicasFeaturedSociedad

Lecturas ramadanescas: Relatos del Corán o Historia de los profetas hoy: Hoy: III, Jacobo (1)

Especial Ramadán

Jacobo se acercó a su padre, en edad muy avanzada, agonizando bajo el peso de los años, diciéndole: “Mi querido padre, me quejo a ti del comportamiento de mi hermano Aisa. Te pido que me ayudes contra sus amenazas y sus represalias. Desde que me cubriste con tu indulgencia, solicitando al Señor colmarme de gracia y desde que me has anunciado que mi vida será iluminada por una piadosa progenitura, que tendré un gran éxito, que estaré dotado de una fuerza y llevaré una vida tranquila, desde entonces sus celos y su envidia son evidentes y su odio no tiene límites, no escatimando esfuerzo alguno para calumniarme, herirme con sus groserías y sus imprecaciones. Me acosa con sus amenazas y sus represalias. Estoy en una situación lamentable. Debido a su maldad, he dejado de sentir afecto alguno por él. El amor que nos unía antaño ha perdido todo su valor, tanto para él como para mí. No cesa de auto-glorificarse y de pretender que es superior a mi porque está casado con dos mujeres de Kana’n. Se burla de mí pretendiendo que voy a ser pobre, desamparado porque tú me has anunciado que mis hijos serán muchos, lo que me hará la vida imposible. Me dice que, para satisfacer mis necesidades, debo trabajar como un perro rabioso. Pongo mi destino entre tus manos, querido padre y te pido que juzgues entre nosotros puesto que tu eres razonable y dotado por la gracia de Allah de una evidente clarividencia”.

Isaac se sintió triste y afligido. Le era extremadamente difícil ver a sus hijos comportarse como enemigos, rechazándose mutuamente y que cada uno de ellos cobrara aversión por su hermano consanguíneo. Le dijo a su hijo: “Mi querido hijo, observa los signos de vejez sobre mi cuerpo: canas, frente arrugada y espalda jorobada. Estoy hecho un anciano, sin fuerza. Estoy a dos ápices de la muerte. Si, querido hijo, mis días están contados. Abandonaré este mundo dentro de poco. Mucho me temo que cuando esto se produjera tu hermano se opondrá, manifestando sus malas intenciones o saldrá reforzado por su clan para matarte o ejercer sobre ti ofensas.

En realidad, él es más corpulento y robusto. Además cuenta con un firme apoyo: sus cuñados y sus próximos. Te aconsejo, querido hijo, salir hacia Fadam Aram en Iraq, donde encontrarás a tu tío materno, Laban, hijo de Betouil. Cásate con una de sus hijas. Te adjudicarás, por la gracia de Allah, un gran éxito y estarás dotado de una fuerza y de un poder. Si, querido hijo, estarás entre los nobles y los estimados. Regresa, o mi hijo, a tu pais natal. Te vuelvo a anunciar que serás venerable. Tendrás hijos santos, piadosos y ganarás mucho dinero. Que Allah te Proteja y te Colme de Su gracia”.

(2)

Las palabras de Isaac encontraron oído receptivo. Jacobo necesitaba acuciantemente aquellos consejos, dando de este modo su aprobación inmediatamente. Estaba como un jinete perdido en el desierto en medio de un clima excesivamente tórrido, buscando con qué saciar su sed. Entonces, Jacobo encontró en la emigración un buen desenlace…un alivio, apoderándose de su espíritu la pasión de volver al país de sus antepasados. Obedeció, pues, a su padre y se preparaba al viaje. Cuando se sintió capaz de soportar un tan largo viaje, preparó equipaje, rogó a Allah de Velar por los suyos y se fue.

Este alejamiento le era muy difícil. Lloraba sin cesar por haber abandonado a sus parientes solos, sabiendo que su padre estaba agonizante. Atravesó el desierto, sin descanso ni durante el día ni durante la noche. Subió montes y montañas, penetrando en las tinieblas de los terrenos de pequeños valles, dominando su alma una sola imagen: el encuentro con su tío y la palabra de su padre impregnada para siempre en su espíritu.

Solo continuaba su camino. Cada vez que el cansancio le vencía o la larga distancia le extenuaba o incluso cuando comenzaba a inquietarse por el futuro próximo, recordaba la expresión de su padre, de su promesa, impulsándolo a acelerar la marcha para llegar lo antes posible.

No obstante, un día a la salida del sol, un viento cálido comenzaba a soplar, levantando una ola de polvo que se dispersaba por todos lados. El clima se hizo muy cálido y tórrido, lo que impidió a Jacobo continuar su marcha.

El viaje tan largo y tan difícil le extenuó literalmente. Mirando en el horizonte no encontraba más que el infinito desierto, sin referencia ni marca de población o vivienda. Jacobo no supo qué camino emprender. Casi agotados los recursos, se quedó en plena confusión. ¿Debía continuar su camino pese al cansancio? ¿Debía seguir avanzando para llegar hacia lo que su padre le había prometido? ¿Debía regresar con las manos vacías, pero por lo menos sano y salvo, cuidándose a fin de llegar indemne a su padre?

Continuara

Afficher plus

Articles similaires

Bouton retour en haut de la page