Elias D. Galati
Poeta y escritor (Argentina)
La existencia sobre la Tierra nos plantea la tarea de ajustarnos a los cambios,
a la evolución y a la adaptación a los conocimientos, descubrimientos y
hallazgos de la ciencia y de la técnica, que tienden a mejorar nuestra vida y
hacer más provechosa nuestra actitud logrando la felicidad.
Esos cambios inciden de distinta forma en cada uno de nosotros, en especial
en la actitud que debemos tener para adaptarnos a ellos y en la proyección
que logran en nuestra vida personal y en la vida de relación.
El mundo de hoy nos plantea otra forma de comunicación, otra manera de
conocer como también otro modo de mirarnos a nosotros mismos.
La comunicación ha girado del contacto personal, al contacto virtual, a estar
interactuando con aparatos digitales, que tienen un doble aspecto; en primer
lugar ampliar la base y estrechar las distancias, ya que hoy en día podemos
visualizar y compartir, vernos con personas que están distantes y acceder a
lugares y relaciones impensadas, pero también han creado un hábito que
cercenó el contacto físico personal, ya que aun estando cerca, el acceso se
prefiere de forma digital.
El conocimiento se ha ampliado de manera exponencial, siendo posible
acceder a todo lo que pasa en todos los lugares del mundo, y también volver
atrás y revivir acontecimientos pasados de nuestro hábitat como de todo el
mundo que han quedado registrados y podemos repetirlos.
El impacto nos ha llevado a comprender la inmensidad de lo que nos rodea,
como a la pequeñez y la finitud de nuestro ser.
Los estímulos son casi infinitos, estando a nuestro alcance la visión de todo
lo que sucede en el universo, en especial todas las cosas que nos conmueven,
porque nos alegran ciertos acontecimientos, pero también las que nos
acongojan porque en realidad el hombre siempre tiene un rasgo de violencia,
de superioridad, de conquista, de beneficio, de falta de equilibrio y de
soberbia.
En especial se plantea en nuestra interior la imposibilidad de hacer algo por
impedir las circunstancias negativas, y el poco valor de nuestra actividad
para conseguirlo.
Concretamente cuando vemos que la contienda entre lo correcto y lo
incorrecto, entre lo bueno y lo malvado, lo equilibrado y lo
desproporcionado, lo virtuoso y lo vicioso, se inclina para el peor lado.
Hay una doble conmoción, primero personal, porque me tocó este mundo y
porque no puedo progresar con medios virtuosos, segundo que pasa en las
comunidades y como incide en mi forma de ser dificultando mi actitud vital
como mi proyección futura.
A la pregunta porque me pasan estas cosas, habría que agregar, porque no
pueden pasarme, quien soy yo para que no me sucedan.
También ahí, hay un poco de egoísmo y de soberbia, como dice el tango
“crees que el mundo lo vas a arreglar vos”.
Entonces nuestro mundo interior, que por naturaleza anhela y busca la
alegría, la felicidad, la bonhomía y el buen vivir, se entristece generando un
modo de rechazo, una bronca generalizada, un hastío a la forma de vida que
llevamos, y una forma de bajar los brazos conformista con lo que hay,
pensando que todo sigue igual.
Pero no sólo el mundo evoluciona, también nosotros evolucionamos
insensiblemente, queramos o no queramos.
Parte de esa evolución debe ser la rebeldía a aceptar que nada podemos hacer,
que es irreversible nuestra vida, sobre todo la vida de relación, que es
imposible que nuestro granito de arena pueda ser útil para un cambio.
Esa rebeldía impedirá que nuestro corazón conserve el hastío, la bronca, el
desinterés, la tristeza.
¿Cuál debe ser nuestra actitud?
Limpiar el corazón, sacar de nuestro interior las circunstancias negativas
priorizando las buenas.
¿Cómo hacerlo?
Volviendo a las raíces, pensando que es nuestro deber, relacionarnos de la
mejor manera, logrando una comunidad que viva en armonía y en paz.
Recuperando las virtudes, consolidando la paz, proyectando actitudes que
logren la felicidad de todos.
Acercándonos a los demás, en forma personal, dando no sólo cosas
materiales, sino también nuestra tarea, dándonos a nosotros mismos, a los
demás, escuchándolos, sintiendo como ellos, proyectando una actitud que
venza las dificultades, que se condiga con la solidaridad, con el
compañerismo, con la bondad, con la armonía.
Para eso, debemos tener paz y armonía interior, limpiar nuestro corazón
logrando que sintamos la felicidad de la vida, sobretodo de la vida en común,
la alegría de haber recibido este don tan hermoso que es vivir entre todos en
una gran comunidad
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