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LOS RELATOS DEL CORAN, Hoy: LA HISTORIA DEL HIJO DE ADÁN[1], POR Muhammad Ahmed Jad al-Moula Muhammad Abu al-Fadel Ibrahim Ali Muhammad al-Bajaoui Al-Saïd Chahata, Traducido al español por: Said Jedidi (Dar Al Kutub Al Ilmiya- Beirut)

Especial Ramadan

La historia de la humanidad tomó su curso natural, cuando Eva se disponía a recoger el primer fruto de su matrimonio[2]: sus hijos. Aquella flor que acababa de abrirse había dado un gusto excepcional a la vida de Eva y de Adán que habían ganado desde entonces, una nueva concepción de ver, a la vez,  el mundo y la vida.

Estaban tan contentos, tan satisfechos de ver nacer al que va a ser considerado como el ser más querido.

Veían en este acontecimiento una concretización real y verídica de su continuidad de siglo en siglo. Sus hijos iban a vivir en la tierra, convirtiéndola en poblada y fértil, progenie, devotos y fieles. Adán había acogido esta noticia con una evidente alegría y Eva estaba tan contenta pese a los dolores que tenía en el curso del periodo de embarazo. La idea de convertirse en una madre, hacia que el dolor se convirtiera en una fuente de regocijo. Aliviada y eufórica contaba los días con una extasiada impaciencia.

Eva dio a luz dos gemelos: una niña y un niño, Caín. Más tarde, volvió a dar a luz a otros gemelos: una niña y un niño, Abel. Los hijos crecieron rodeados de sus padres, los cuales no escatimaban esfuerzo alguno para proporcionarles felicidad y rectitud.

A la edad de pubertad los dos hijos se pusieron a buscar sus propios medios de subsistencia. Mientras que Caín se convirtió en labrador, su hermano Abel optó por el pastoreo. Por su parte las dos hijas permanecían con su madre dedicándose a las faenas caseras.

La vida de los dos hermanos transcurría normalmente logrando ganar su sustento. Por ello esta familia feliz y casta vivía en la paz y en la quietud.

A medida que pasaban los años, los dos hermanos se hacían maduros. Ambos deseaban tener una esposa con la que encontrarían la tranquilidad de espíritu y una grata compañía. Este voto crecía en sus respectivos corazones, buscando tanto Caín como Abel colmar este vacío afectivo apremiante y exigido.

Habida cuenta de Su voluntad, Allah, que Su saber sea venerado, Predestinó a los hijos de Adán, desde su nacimiento, a someterse a pruebas en la tierra. De tal manera que la vida transcurría normalmente: la gente se multiplicaba en número, el dinero en cantidad, la tierra tomaba un aire de fiesta engalanada de plantas y flores. Ya que las gentes estaban predestinadas a no ser una sola nación, la propagación de la especie asi como las divergencias de opinión y de objetivos, la diversidad en géneros y en caracteres y la consideración de felicidad y de desgracia eran absolutamente inevitables y variadas.

 Entonces Allah, El Altísimo Insinuó a Adán a emparejar a cada muchacho con la gemela de su hermano.

De este modo, Adán anuncio esta noticia a sus hijos, esperando que su decisión fuera evidentemente perentoria. Hubiera podido realizar este deseo si la naturaleza no fuese tan recalcitrante.

En efecto, el instinto humano se basa en la avidez y la ambición. Los que dominaban sus instintos, atemperando sus excesos de su impetuosidad, domando su pasión, son a los que Allah honora en la vida futura. Mientras que los  que se permiten seguir ciegamente sus instintos, sintiéndose incapaces de dominar sus pasiones figuran con los perdedores que se desviaron de la vía recta de este mundo mientras que creían estar haciendo una buena acción.

Es la razón de ser de la naturaleza humana y el medio de poner a prueba el alma humana en la tierra.

Cuando Adán confió este secreto a sus hijos, Caín se sublevó, desobedeciendo la orden de su padre porque su gemela era más bella que la de su hermano, manifestando, de este modo, unos celos mortales, rechazando la opción de su padre y deseando que su verdadera gemela le perteneciese a él y no a su hermano.

(Continuara)

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