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Los relatos del Corán (o de los Profetas), Lot (2) de: Muhammad Ahmed Jad al-Moula Muhammad Abu al-Fadel Ibrahim Ali Muhammad al-Bajaoui Al-Saïd Chahata Traducido al español por Said Jedidi (Dar Al Kutub Al Ilmya- Beirut)

Especial Ramadán

A pesar de todo, Lot no perdió en ningún momento la esperanza de convencerlos a volver a la razón. Día y noche predicaba, anunciándoles que las consecuencias de sus malas acciones y de sus perjuicios, serán grave, perseverando ellos en el error y en el extravío, rechazando escuchar la voz de la razón, manifestando su rigurosa adhesión a sus acciones perversas y provocando a Lot, pidiéndole irónicamente provocar el castigo con que les amenazaba e infligirles lo que merecían como lo pretendía.

Lot pidió a Allah de Ayudarle contra esta gente corrupta y corruptora, infligiéndola un castigo cruel. Por ser obstinados y paganos, le solicitó desencadenar contra ellos la retribución conveniente.

En efecto, Allah los Castigaría según su insolencia, porque, en realidad eran como una epidemia de cuya proliferación se toman las precauciones o incluso como un órgano podrido del que se debe extirpar una ablación. Eran corruptos que sembraban la inmoralidad en la tierra de Dios, impidiendo a la gente seguir el camino recto y desoyendo las admoniciones del mensajero, rechazando definitivamente seguir el camino de la verdad.

Allah Escuchó la rogatoria de Lot, Tomando en consideración su solicitud y Enviando a Sus Emisarios a la ciudad, embriagada del vicio y la maldad. La verdad es que los habitantes eran inicuos por lo que merecieron el castigo. Al comienzo los emisarios visitaron a Abraham, pensando éste que se trataba de huéspedes de paso a los que debía acoger con honores y tratar con miramiento. Al invitar a sus huéspedes a compartir la comida con él, se retiraron. Entonces se asustó; inquieto por su aspecto, pero permaneció silencioso. Al constatar su aparente perturbación, le dijeron: “No temas. Somos emisarios del Señor. Te anunciamos, en tanto que buena noticia, el nacimiento de un hijo lleno de sabiduría”. A raíz de lo cual se sintió aliviado, disipándose su inquietud. Reuniendo sus fuerzas les preguntó: “¿De qué se trata, o mensajeros? Respondiendo ellos: “Hemos sido enviados para un pueblo criminal que se niega a escuchar la razón y el llamamiento de Lot y que, a raíz de su insumisión, se convirtió en pagano. Vamos a infligir a esta gente un castigo perpetuo como retribución a los actos reprensibles que había cometido como, entre otros, la abominación, la infamia, la homosexualidad, la traición, la maldad y los atracos. Vamos a hacer que mueran los habitantes de esta ciudad que son inicuos”.

Abraham se sintió triste hasta el punto de que se disponía a pedirles acordar a esta gente un plazo y postergar el castigo, tal vez vuelvan hacia Allah a arrepentirse del grave pecado del que fueron los primeros en cometer desde la existencia de la humanidad.

Es permitido pensar que Abraham temió por el destino de su sobrino porque éste no podía, de modo alguno, apreciar sus acciones perversas sino, seguramente detestaba sus criminales actos. Obviamente Abraham se apitoyaba por su sobrino, un hombre casto que merecía estar expuesto a un parecido castigo. Los emisarios le recomendaron paciencia, ordenándole comportarse razonablemente y de tener confianza en la misericordia de Allah. Le pidieron cesar su tristeza y dejar de mostrarse desesperado, dejando que las cosas transcurren de manera normal y que Allah Era el Único Concernido a Acordar a esta gente su clemencia. Le explicaron cómo la gente de Sodoma había insistido en su ignorancia, prefiriendo seguir el camino de Satanás a pesar de las múltiples y repetidas advertencias. Le anunciaron, además, que Lot estará a salvo que nada le ocurrirá ni a él ni a los suyos a excepción de su esposa que figuraba entre los descarriados. Su mujer había optado por el camino del libertinaje, sumándose a su gente.

Cuando los emisarios abandonaron a Abraham, se presentaron en Sodoma[2], tomando el aspecto de jóvenes apuestos que disponían a entrar en la ciudad, objeto del vicio y envilecimiento. En el camino encontraron a una joven sacando agua de un pozo, pidiéndole hospitalidad. Aunque vacilante, temió por ellos porque sabía que su gente les podía hacer daño, pidiendo a su padre ayudarles. Por ello les pidió esperarla para ir consultar con su padre al respecto. Se fue corriendo hacia donde se encontraba su padre: “O, padre, personas nos piden hospitalidad. Se trata de jóvenes muy apuestos con rostros realmente iluminados con una luz divina. Están en la entrada de la ciudad. Quisiera alojarlos para esta noche, pero mucho me temo que nuestros conciudadanos nos deshonorasen si llegaran a descubrir que están con nosotros”.

El padre era el venerable enviado Lot y la joven su hija. Lot se quedó perplejo ante esta sorpresa, preguntando a su hija al respecto e insistiendo a conocer su verdadera identidad. Pidió la opinión de su hija, consultándola sobre lo que debía hacer y la conducta que debía adoptar, vacilando mil veces antes de aceptar recibirlos en su casa, ignorando que postura tomar al respecto. Sintió una fuerte tentación de responder negativamente…con una excusa. Pero ¿Cómo negarse a ayudarlos ? Se le ocurrió una idea: poner al tanto a los visitantes de lo que pasaba en la ciudad, tal vez, asi, le excusarían, dejándole tranquilo, dispensándole de esta enorme responsabilidad.

¿Qué hacer?

Lot se sentía impulsado por la generosidad, inclinado hacia acordarles lo que buscaban. ¿Cómo podía tomar consideración de estas futilidades y negarse a mostrarse generoso para con ellos? Estas dificultades y estos obsta culos eran, para él, secundarios ante el llamamiento de la generosidad. Entonces salió discretamente sin ser observado por sus conciudadanos, acelerando la marcha antes de que fuera descubierto.

Desde su llegada a Sodoma, se le impidió frecuentar a la gente y se le prohibió invitar a nadie a su casa. En el fondo habían aceptado su presencia obligada. Sus conciudadanos desconfiaban de él como si estuviera afectado por una enfermedad contagiosa cuya propagación temían. Constituía una amenaza por lo que le imponían todas las prohibiciones, privándolo de la libertad de movimiento y exigiéndole restricciones sobre manera de obrar. Creían que se protegían porque, desde su llega, Lot manifestó abiertamente su oposición a su forma de ser y su manera de actuar. Era el primero en denigrar sus infamias y a desmarcarse de sus atrocidades.

Avanzando de puntillas, fingiendo comportarse normalmente, Lot llegó hasta donde se encontraban los emisarios, recibiéndolos generosamente e invitándolos a seguirle. Avanzó silenciosamente a su frente para mostrarles el camino. Sentía un miedo atroz y se consideraba responsable si algo sucediera a sus huéspedes. ¿A quién debería pedir socorro si la noticia llegara a propagarse entre sus conciudadanos o si éstos vayan a buscarlo?

(Continuara)

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