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Marruecos y América Latina: itinerarios II *Mehdi Mesmoudi

En otros medios (ElSiete.CL)

Se habla mucho del pasado, el legado común y el patrimonio                   cultural compartido a la hora de relacionar Marruecos con América Latina. Se suele, también, confundir América Latina      con      España      y viceversa.

Desde esa confusa fórmula se procede a indagar en los posibles vínculos, cruces, ecos y entrecruzamientos que pueden tener. Se suele acudir a una marca árabe, una huella indeleble, un registro preestablecido, una insignia infiltrada que se divisa a lo lejos y que podemos reconocer. Es una especie de escultura nacional o, más bien, entre naciones que obedece a cierto repertorio museográfico, de archivo y biblioteca, y un jolgorio de vocabularios, saberes, mitos, ritos, rituales, supersticiones, ademanes y prácticas condensadas en torno a lo oriental. No se puede negar esta especie de alacena mental, psíquica, cultural que avasalla nuestras representaciones e intervienen en nuestros enunciados que configuran nuestra trama cotidiana sobre el mundo. Marruecos, aunque difusamente, difuminadamente, está presente en esta narrativa de nuestro tiempo.

En el texto inicial de hace dos meses, había apelado a la paciencia de ustedes, nobles y generosos lectores, puesto que al tratarse de un  itinerario,  un  viaje  constante y

sans équipage”  (diría Baudelaire), no nos podemos mover en el mundo con la prisa o la tosquedad de hoy en día. Recuerdo a José Ortega y Gasset cuando trataba de explicarnos la noción de “espectador”   y   afirmaba   que  los textos que formaban parte de su libro El espectador estaban dirigidos a “lectores sin prisa, que no exigen ser convencidos y que son incapaces de oír un sermón, de apasionarse   en   un   mitin”, textos escritos (vuelvo con Ortega) “en voz baja”,    que    no    se    apresuran  a formular sus juicios, a destiempo, antes de ser conscientes de ello. Es muy probable que no alcancemos nuestro sueño. Es muy probable que no conozcamos del todo lo que es Marruecos, su idiosincrasia, su quintaescencia, su materia bruta, su “corazón descalzo” (diría Dante Salgado). Nos queda, como curiosa contraparte, deconstruir aquellas imágenes                           orientalistas, esencialistas, arquetípicas que convierten a Marruecos en un zoco de atracciones y un museo de suvenires, anclados en un pasado inmemorial que nos impide conocerlo en su actualidad, su evolución holística, sus cambios sociales, políticos y culturales.

Marruecos, hoy en día, se encuentra en un viacrucis que demanda toda nuestra atención.

Con España nos une más de dos décadas de tensión, desencuentros y animadversión. Se parecen a esos dos vecinos que son conscientes de su cercanía, un pasado en común; sin embargo, no se toleran por más que el afecto o el aprecio antecedan la ecuación. Abunda lo políticamente correcto y, luego, se desata la tormenta, el recelo, la falta de confianza. Para ser sinceros, nos desconocemos.     Desconocemos España y España nos desconoce. El hispanismo en Marruecos apenas representa un 7% en todo el país, y España conoce apenas una ínfima parte de dicha élite. ¿Qué es lo que conocemos, entonces, de España? Si eliminamos el componente de al- Ándalus de esta geografía emocional, solo nos quedan unos temas concretos y sueltos. ¡No nos conocemos! Lo que sí conocemos es el pasado de España que está ligado a Marruecos, nada más. España es distinta de la manera en que lo es (y exigimos que así lo sea) Marruecos.

¿Qué es lo que España conoce de Marruecos? En realidad, muy poca cosa. Si eliminamos, también, el mismo componente andalusí solo nos quedan los relatos de pateras que inundan las costas de nuestro pensamiento que descansa, después de más de ocho siglos, en costras  y  golfos  tardo-medievales.

¡No nos conocemos! España y Marruecos son dos vecinos tan desconocidos, condenados a vivir cerca, tan cerca uno de otro, y sin ninguna inclinación al diálogo. Recuerdo una frase que, de repente adquiere sentido, “España está tan lejos de Dios y tan cerca de Marruecos”.

A diferencia de España, más allá de España, América Latina arriba en un horizonte de actualidad, dinamismo, conocimiento mutuo, cooperación internacional, agenda de género, diplomacia universitaria, que puede resultar una verdadera oportunidad de aprendizaje, crecimiento y madurez.

Es cierto, nos encontramos en una contienda inicial de descubrimiento, conocimiento y exploración. Sin embargo, queda todavía un camino largo por recorrer. Queda la incógnita si somos conscientes del momento histórico en estas relaciones transatlánticas de Marruecos con América Latina, el Norte de África y la región mediterránea con el continente americano-caribeño. Antes de ello, es preciso impulsar la faceta atlántica de Marruecos aunque sin tener esta vocación, naturaleza silvestre, afinidad geocultural hacia el Atlántico de lengua española. No se puede uno levantar una mañana con esta sed, estas ansias, esta irresistible necesidad de diálogo con los otros. Tiene que existir una genuina proyección hacia América Latina. Marruecos, en los últimos tres años, está construyéndola.

El proceso es lento, complejo, constante, inacabado. El tiempo (ya nos lo decía Borges) realiza lo que no hacen los hombres. La paciencia es, en efecto, una virtud que, con amargura se teje lentamente. ¡Hay que ser pacientes!

Mehdi Masmodi, Profesor-investigador. Universidad Autónoma de Baja California Sur, México.

Con: El Siete

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