Esta es la historia fantástica de una de las “misiones civilizadoras” de Cuba en el África, narrada en primera persona por el “enfermero” José Antonio Rodríguez, ayer revolucionario y hoy pequeñoburgués.
Quien dice ser un “pedazo de Fidel” confía al diario chileno “La Tercera” que los cubanos cumplieron en Argelia la primera “misión” de un total de 17 revoluciones en África. Puntualiza que el contingente cubano enviado por los Castro a Argelia “llegó en apoyo a las fuerzas del gobernante Ahmed Ben Bella, amenazado por incursiones marroquíes”.
“Nos enviaron al desierto y ayudamos a disuadir (sic) a los marroquíes que querían apoderarse de una zona plagada de petróleo” en Argelia y “después de estar en el frente nos quedamos alfabetizando porque los argelinos no sabían ni leer ni escribir. Tampoco sabían mucho de armamento. Les enseñamos a usar los cohetes Katiushka”, agrega el confundido enfermero.
El periódico chileno “La Tercera” señala que el enfermero Rodríguez “fue parte del medio millón de cubanos que Fidel Castro envió al continente negro, en algunos casos para intentar exportar su modelo, en otros para apoyar revoluciones en plena Guerra Fría”.
Los hechos sucedieron hace más de medio siglo. Castro llevaba apenas cuatro años en el poder pero, milagrosamente, sus barbudos ya eran maestros en todas las artes, gracias a las bondades de la revolución. De origen campesino, Rodríguez se enroló tarde en las filas castristas. Hoy vive cómodamente en la comuna Las Condes, uno de los barrios más chics de Santiago de Chile.
“Éramos ídolos”, cuenta. “Yo era un revolucionario. Fui unas 20 veces al África, en varios viajes clandestinos. Allá hice lo que tenía que hacer”. Y eso que el enfermero “tenía que hacer” no era curar las heridas. Tampoco los otros miembros del contingente cubano vestidos de novia para matar.
“Yo era un pedazo de Fidel en el África”, sigue narrando en primera persona. Rodríguez especifica que viajó en “misión secreta” a Argelia en septiembre de 1963 y que su selección como integrante de un contingente cubano se hizo en un cuartel, en presencia del propio Raúl Castro.
“No pasó mucho tiempo hasta que junto a otros 350 hombres, todos vestidos de civil para no despertar sospechas, nos subimos a un buque mercante para ir a Argelia. Nos demoramos 17 días en llegar y en el viaje nos cogió el ciclón Flora. Hasta el médico se mareó”, cuenta.
“En el mercante íbamos con camiones, tanques, artillería antiaérea y armas de todo tipo”, rememora quien dice recordarlo todo con detalle, en parte gracias a que aún conserva una bitácora, aunque confunde la realidad con la fantasía y no logra visualizar con claridad para qué lo enviaron a Argelia.
Según su fantástico relato, el contingente de 350 hombres pudo “disuadir” al poderoso ejército marroquí, defender “una zona plagada de petróleo” (donde todavía no se ha descubierto ni una gota del oro negro), alfabetizar a los argelinos que “no sabían ni leer ni escribir” y, sobre todo, enseñarles “a usar los cohetes Katiuska” porque, a pesar de haber enfrentado en más de una batalla al colonialismo francés, la pobre gente “tampoco sabían mucho de armamento”.
En el pasado, Cuba envió a Argelia un contingente “todos vestidos de civil para no despertar sospechas”. Hoy, La Habana reconoce que casi un millar de cooperantes cubanos de bata blanca trabajan en el país norteafricano. ¿Éstos tendrían también como misión apoyar, defender y enseñarles a los argelinos usar los cohetes Katiuska y otro tipo de armamentos?