Mohamed Mael Ainin es un político y diplomático marroquí a quien tengo mucho aprecio y respeto. Por sus cualidades humanas y profesionales y por ser un hombre de dialogo, recto, modesto, sencillo, franco, honesto y sincero.
Nos conocemos desde los años en que él era miembro del gabinete del ministro de asuntos exteriores, Mhamed Boucetta, e yo corresponsal en España. Nuestros caminos se cruzaron una vez más a principios de la década pasada en Buenos Aires aunque se volvieron a separar en 2005.
Mael Ainin se ganaba a pulso la fama de hombre de diálogo y de principios. “No he querido choquearles por mi forma de ser y el perfil bajo que tú me conoces”, me escribió en alguna oportunidad desde el Uruguay, país donde estaba también acreditado. La frase resume su pensamiento.
¿Quién se imaginaría por ejemplo, que entre otras personalidades invitadas a la recepción que ofrecía con motivo de la Fiesta del Trono no faltaba el embajador de Estados Unidos? Éste, era además, uno de los primeros en llegar y de los últimos en dejar la residencia de Marruecos.
No es un dato menor considerando que el diplomático norteamericano no acostumbraba asistir a cualquier recepción y que muchos de sus propios colegas hacían cola para saludarlo. Es el ejemplo del representante de un país vecino que hacía reverencias, inclinándose a un metro de distancia antes tenderle la mano.
No es el contexto para enumerar los éxitos en su fructífera misión en Argentina, pero sí de destacar el nivel de excelencia alcanzado por las relaciones bilaterales, con un inédito record de visitas del ministro de exteriores, Mohamed Benaïssa y de otros ministros y emisarios, entre otros, Ismael Alaoui, Mohamed El Yazghi, Abbas El Fassi, Mohand Laensar.
Tampoco voy a revelar un gran secreto si digo que por su forma de ser, se convirtió en el árbitro en muchas situaciones en el seno del Consejo de los embajadores árabes, además de solicitado siempre para aconsejar en diferendos entre la comunidad islámica de Argentina.
Para su despedida, el jefe de la misión diplomática norteamericana volvió a marcar la diferencia. Lo homenajeó con una recepción además de asistir a otras dos recepciones en su honor. Tampoco es común.
Mael Ainin respetaba los criterios de los funcionarios de la embajada. Defendía a capa y espada sus intereses y reservaba un excepcional trato a los miembros de la comunidad marroquí. Uno de sus últimos actos como embajador fue la conferencia dictada el 7 de noviembre de 2005 en el marco de las jornadas de estudio durante el “Mes de la cultura judío-marroquí en Buenos Aires”.
« El judío como parte integrante del tejido social de Marruecos » era el título de la ponencia y Mael Ainin empezó remarcando el sentido de la Aleya 135 de la Sura La Vaca del Sagrado Corán: «Decid: creemos en Allá, y en lo que nos reveló, y en lo que reveló a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y las Tribus, y en lo que Moisés, Jesús, y los profetas recibieron de su Señor. No hacemos distinción entre ninguno de ellos, y estamos sometidos a Él». Asistieron muchos miembros de la comunidad, la mayoría tetuaníes y tangerinos pero también de otras regiones de Marruecos, entre ellos el Gran Rabino de toda la Argentina, Shlomo Benhamu, el eminente cirujano Prof. Fortunato Benaim y la pintora Esther Benmaman.
El diplomático aprovechó una invitación del Centro de investigación y difusión de la cultura sefardí (Cidicsef) para invitar a los miembros de la comunidad a ser los fieles defensores del “espíritu de convivencia, de diálogo, de armonía, y de tolerancia, del cual Marruecos se enorgullece enormemente”.
Recordó que desde el nacimiento de Marruecos como Estado-Nación en 788, las distintas componentes del tejido social nacional “han convivido siempre en un ambiente de paz, tolerancia y plena armonía”. Subrayó que las religiones musulmana y judía conviven plenamente en Marruecos de tal manera que “en dos mil años, el judaísmo marroquí ha vivido, producido y evolucionado acumulando huellas y vestigios a lo largo de su trayectoria”.
Está demostrado, añadió, que durante más de 2000 años los judíos habitaron en todas partes de la geografía nacional desde el litoral mediterráneo hasta el Sahara y que participaron, del mismo modo que las otras componentes sociales, en la vida pública y a todos los niveles. Citó como testimonio de esta presencia los numerosos templos judíos en distintas partes del país, en Uazzane, Essauira, Ifrane, Fez, Rabat, Casablanca, Tetuán y demás ciudades. Destacó asimismo, la importancia del Código de la Familia o Estatuto Personal relativo al matrimonio, divorcio, herencia, entre otros, que incluye un apartado especial reservado a la comunidad judía y plenamente adaptado al espíritu de su religión, usos y costumbres.
Resaltó por otra parte, que antes y después del protectorado franco-español destacadas personalidades judías han asumido importantes responsabilidades públicas, entre ellos el Dr. Benzakin, ministro de la salud en 1957, Serge Berdugo, Ministro de turismo en los años 90 y André Azoulay, consejero del Rey Mohammed VI y anteriormente del difunto Rey Hassan II.
Recordó que, con motivo de la visita real a Buenos Aires en diciembre de 2004 en el marco de una gira por cinco países de Latinoamérica (Argentina, Brasil, Chile, México y Perú), el Rey Mohammed VI ha recibido a destacados miembros de la comunidad en diferentes ámbitos.
Se puede constatar, resaltó, que el Reino de Marruecos siempre ha sido fiel, a lo largo de toda su historia, a sus principios tradicionales de los cuales nunca se ha apartado, esto es, la tolerancia, la coexistencia pacífica entre las distintas religiones y culturas y la convivencia multirracial.
(*) Periodista especializado en temas iberoamericanos