Jihane Jedidi, optica/periodista, directora de Comunidad infomarruecos
La campana de la puerta tintinea suavemente mientras ajusto una montura en la estantería. La rutina diaria de la óptica en Rabat sigue su curso hasta que levanto la vista y la reconozco. Allí, entre los rayos de luz que se filtran por la ventana, está ella: mi vieja amiga de clase que no veía desde los días del instituto.
Sus ojos encuentran los míos y, por un momento, el tiempo parece detenerse. Un abrazo espontáneo rompe la barrera del tiempo, y nos encontramos en un abrazo que evoca risas compartidas en los pasillos y secretos susurrados en las aulas.
« ¡Jihane, no puedo creer que seas tú! », exclama, con una sonrisa que despierta recuerdos.
El eco de nuestras risas adolescentes llena la pequeña tienda mientras comparte cómo la vida la llevó por diversos caminos, pero el destino la trajo de vuelta a Rabat. Descubrimos que, a pesar de las diferencias de experiencia, hay un vínculo que el tiempo no ha desgastado.
Después de encontrar las gafas ideales, nos dirigimos a tomar un té en un rincón acogedor de Rabat. Las horas vuelan mientras compartimos nuestras experiencias, nuestras alegrías y desafíos. Me doy cuenta de que, aunque el tiempo nos ha cambiado, hay algo intangible que permanece constante: la conexión genuina de la amistad.
La campana de la tienda vuelve a sonar cuando nos despedimos, pero esta vez con la promesa de mantenernos en contacto. El reencuentro ha tejido un capítulo fresco en la historia de nuestra amistad, recordándonos que algunos vínculos son verdaderamente inquebrantables. ¡Hamdulilah!