Me cuesta creer, después de 19 años viviendo en la península, que los marroquíes hemos venido a islamizar España. No respondo por otros, tampoco defiendo a nadie pero todo aquel que conozco, me comenta lo mismo: “Nuestra instancia en España es para trabajar y buscar una vida mejor, ayudar a la familia y darles cobijo a nuestros hijos”. Ésta es la sensación y ésta es la realidad. Así de simple y así de difícil. Sin embargo, las autoridades españolas están preocupadas, y con razón, por si a caso haya algún desalmado, perturbado mental que hiciera estallar algún artefacto o que hiciera alguna locura. Toda precaución es poca en este mundo que ya nos cuesta saber de los amigos, para fiarnos de los enemigos.
Muchos me dirán que de los amigos tampoco. Dicho esto, me repatea doblemente y mucho cuando ocurre alguna desgracia. La primera evidentemente por las víctimas inocentes. El horror imperdonable no podrá ser mitigable. Nadie en su sano juicio puede tolerar la barbarie. Si antiguamente el hombre era hombre si supiera manejar la espada, actualmente tiene que ser hombre si supiera manejar la palabra. La segunda es justamente cuando esa palabra está mal enfocada y o dirigida para hacer el mayor daño colateral posible. Aprovechar un acto vil para connotar el islam y los musulmanes es simplemente las ganas de ahondar más nuestro dolor que ya de por sí es profundo. A veces incluso, se puede adivinar los comentarios sucesivos porque ya son frases hechas. Nadie sale del guión porque sencillamente no vuelve. Me sorprende de veras que no haya gente capaz de adivinar que el terrorismo es ya una amenaza internacional que acecha a cualquiera. ¿O es que cuando ocurre en Turquía, en Túnez, en libia, en Mali no atenta contra su modelo de vida, contra sus libertades, contra sus creencias o simplemente contra su modelo de convivencia? Modelo de convivencia que libremente se ha elegido, y no precisamente tiene que ser a la carta. En la diferencia está el sentir de la vida. De lo contrario sería tan aburrida. Con el respeto sería más que suficiente para que haya un entendimiento común.
Por otra parte, no deja de sorprenderme también la actitud de la mayoría de las Asociaciones Musulmanas en España, englobada casi en su totalidad en la Unión de Comunidades Islámicas de España ”UCIDE” o en la Federación Española de Entidades religiosas “FERRI”, el resto, quizás demasiados, deambulan en tierra de nadie, cuando se reivindica Al Ándalus por parte de unos trasnochados. Se echa de menos un comunicado sincero y locuaz que España es para los españoles y el Ándalus ya es pasado y bien dónde está. Llorar por la leche derramada como hizo Boabdil no conlleva a ningún sitio. No es por terreno se aumenta el número de musulmanes, sino por querer al prójimo lo que queremos a nosotros mismos. Quizás frente a la ineptitud de la primera, y la ausencia de una alternativa clara, el Ministerio de Justicia Español tiene que aprovechar la buena sintonía entre España y Marruecos para firmar un acuerdo de colaboración con el Ministerio de Asuntos Religiosos del país alauí para proporcionarle Imames que quiten un desasosiego que nadie desee. Muchas mezquitas, aunque fueran en los garajes es lo que conlleva. Imames que nadie sabe de su procedencia y de su capacidad intelectual hace tambalear el objetivo de salvar almas. En vez de perpetuar líderes espirituales, algunos llevan 30años y un lustro más, fomentar las divisiones, abrir Centros Culturales de gran magnitud, aprender del ejemplo marroquí sería la mejor ocasión. La convivencia es nuestra señal de identidad. Bonito cuadro que no tiene cabida.