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« Relatos del Coràn » (Historias de los Profetas) hoy: 6- SALIH[1] (2) De Mohamed Ahmed Jad Al Maula, Mohamed Abu Al Fadel Ibrahim y Ali Mohamed Al Bajaui Al Said Chatta. Traducido por Said Jedidi y editado, por Dar AlKotob Al Ilmiya (Beirut)

Especial Ramadán

alih manifestó su buena intención, jurando que no esperaba de ellos ninguna retribución porque su recompensa no in cumbre más que al Señor de los mundos. Les dijo también que no aspiraba a ser jefe ni trataba de sacar beneficio alguno de su mensaje. La verdad es que no les había pedido nunca ni sueldo ni recompensa por lo que hacía por ellos. Pero insistió sobre estos hechos para disipar las sospechas, inherentes de poner en tela de juicio su misión.

Algunos, considerados como débiles entre su pueblo, se adhirieron al nuevo credo. En cambio, los notables seguían con su reprensible y repugnante orgullo, superando los límites de la razón y mostrando una rigurosa adhesión hacia el culto y la idolatría, diciendo: “Estás hechizado. Has perdido la razón. Creemos, en efecto que un diablo te acosa o que alguien te haya engañado. Por ello te has convertido en tan tonto, contando idioteces y hablando de lo que no conoces. No eres más que un ser humano como nosotros. Además, tu linaje no es más noble que el nuestro ni tu familia más rica o superior que las nuestras. Existe gente, entre nosotros, que es más digna que tú para ser gratificadas con esta función y transmitir el mensaje de Allah. ¿Qué es lo que te ha inducido a obrar de esta manera y adoptar este camino si no es el deseo de que te conviertas en alguien importante e influyente”?

Luego le invitaron a abandonar su religión y olvidar este asunto, pretendiendo, al mismo tiempo, de encontrarse desviados de la vía recta si siguieran su llamamiento. Salih desoyó sus calumnias, no dejándose influenciar por su tentación. Les dijo: “O mi pueblo, suponed que soy pudiente de una prueba de mi Señor y que una misericordia me llegara de Él, ¿quién me aportar socorro contra Él, si le desobedeciera?

Sois unos insensatos.

Cuando la gente que se estimaba superior inspiraba su resolución y su adhesión a Allah, se asustó porque temía que sus partidarios se multiplicarían y adquirirían una considerable fuerza. Les era muy difícil verle convertirse en el guía espiritual. El jefe, por excelencia para su pueblo que recurriría a él durante los momentos difíciles.

En este caso, la gente se sentía obligada a renunciar a sus consejos, considerando a Salih como un buen recurso, un mejor consejo cada vez que encontrarían insalvables dificultades. En efecto, Salih iría a guiarlos en un buen camino que les conduciría hacia la obediencia del Señor y que les protegería contra todo pecado. Los notables de su pueblo temieron perder sus privilegios y sus poderes, tratando, de este modo, a mostrar la ineficacia de su llamamiento. Les exigían aportar una prueba procedente de Allah y presentar un fehaciente milagro que probaría su sinceridad. Entonces les dijo: “ Alli tenéis una camella. Beberá un dia y vosotros beberéis otro día convenido. Dejadla pastar a su antojo.

La gente que nunca había visto una camella que bebía un día agua y otro se abstenía voluntariamente, se encontró en un aprieto. Sin duda, Salih había observado ya su maldad y su ingratitud hacia Allah, adhiriéndose rigurosamente a su culto.” La verdad es que el ingrato no aprecia nunca que su oponente tuviera una argumentación razonable y lógica. Teme encontrarse ante justificaciones decisivas y cabales, entonces recurre con todas sus fuerzas, al rencor y a la adversidad para rechazar hasta las pruebas elocuentes”, les dijo.

(Continuara)

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