« Relatos del Coràn » (Historias de los Profetas) hoy: 8- SALIH[1] (3) De Mohamed Ahmed Jad Al Maula, Mohamed Abu Al Fadel Ibrahim y Ali Mohamed Al Bajaui Al Said Chatta. Traducido por Said Jedidi y editado, por Dar AlKotob Al Ilmiya (Beirut)
"Relatos del Corán"
(Dar Al Kutub Al Ilmiya-Beirut)
Otra mujer, la vieja ingrata Oniza atrajo a Khodar, hijo de Salih, prometiéndole ofrecerle gratuitamente una de sus hijas sin pedir ni sueldo, ni dinero ni recompensa si lograra matar a la camella que había ganado la simpatía de la gente y que no cesaba de atraer a esta gente hacia el llamamiento de Salih. Esta camella inquietaba cada vez más a los notables, atormentándolos por la única razón de que bebía el agua que creían que les pertenecía solo a ellos. La tentación de estas dos mujeres encontró un eco favorable entre Mosda y Khodar, los cuales cegados, se esforzaban en realizar esta demanda a todo precio. La recompensa, que se les había prometido era para ellos un voto, convirtiéndose en feroces y audaces para realizar este voto. Para ello comenzaron a buscar el apoyo y la adhesión de la gente. Al final, lograron ganar la simpatía de siete personas. Juntos observaban de cerca a la camella. Al terminar su brebaje, regresando a pastar, una flecha lanzada por Mosda alcanzó a la camella clavándose en su jarrete. Armado con una espada, Khodar cortó los jarretes, cayéndose la camella abajo. Mosda y Khobar sintieron un profundo alivio como si acababan de despertarse de una pesadilla o de salvarse de una fuente de preocupación, una carga muy pesada, muy molesta, regresando luego a anunciar esta noticia a la gente, que, contenta, salió a recogerlos de una manera apoteósica, digna de la acogida de un guía victorioso o de un rey conquistador. Los rostros resplandecientes agradecían a los dos hombres, elogiándolos y colmándolos de favores. Cortaron los jarretes de la camella, desobedeciendo a su Señor y revelando malas intenciones, tomando a la ligera las ordenes de Allah y luego decían sin vergüenza: “O Salih, haz que nos asole lo que nos amenazabas si realmente eres un mensajero de Allah, respondiendo Salih: “Os he advertido. Os dije que no se debía hacer daño a esta camella o tocarla pero habéis cometido este crimen con premeditación. Es un pecado imperdonable. Aprovechad durante tres días aun vuestro país después de lo cual vais a ser objeto de un cruel castigo y una severa punición. Se trata de una promesa que nadie puede alterar.
Puede que Salih les haya acordado este plazo con el objetivo de exhortarles, en una última tentativa a regresar a Allah y a escuchar la voz de Su misión. Pero ellos tenían aun sospechas en la sinceridad de su llamamiento, teniendo los corazones sellados Pero ellos tenían aun sospechas en la sinceridad de su llamamiento, teniendo los corazones sellados pletóricos de ilusiones. Ni las advertencias ni los consejos resultaron suficientes para devolverlos a la razón. Al contrario, tomaron la palabra de Salih por una mentira y su advertencia por falsa, perseverando en el desprecio y pidiendo a Salih no sin desdén, provocar el castigo y la punición prometidos. Indulgente y preocupado por ellos, Salih les dijo: “Si pedís perdón a Allah tal vez Aceptará vuestro perdón”.
Aquella gente era obstinadamente descarriada. Se vanagloriaban, haciendo el mal y no se avergonzaban de decirle a Salih: “Os tomamos a ti y a los que te siguen por pájaros de mal augurio” Algunas personas entre su pueblo juraban infiltrarse durante la noche, cuando todo el mundo duerma para sorprender a Salih, matándolo sin dejar la menor huella. Se pusieron de acuerdo en llevar a cabo este plan en jactancia sin divulgar o revelar este secreto. Daban vueltas a las malas intenciones, buscando perjudicar, no solo a Salih, sino también a sus parientes. Les parecía que después de haber ejecutado este plan, se conservarían intactos y salvaguardados del castigo y de la punición prometidos.
Pero Allah no Tardó en Airear esta conspiración, haciéndolos regresar sin realizar nada. Salih salió sano y salvo y preservado, él y los que habían creído en él, del gran castigo. En cuanto a los impíos, el cruel castigo les fue infligido. Era una promesa la de ayudar a Salih y de castigar a los injustos azotados por el rugido. Al día siguiente yacían inertes en sus viviendas.
Ni los enormes palacios o las abundantes riquezas, ni los amplios y jardines o las espléndidas residencias cavadas con arte y maestría en las montañas pudieron salvarlos de este castigo.
Cuando Salih vio las consecuencias de su desobediencia: cadáveres inertes, casas derrumbadas, ciudades abandonadas, los dejó con el corazón lleno de tristeza diciendo: “O mi pueblo, os transmití el mensaje del señor. Os di excelentes consejos, pero vosotros habéis querido los verdaderos consejos”.
[2] La autenticidad de este hecho queda por meditar. Los exégetas discrepan en sus relatos sobre si Thamud sucedió a Add en la tierra o que el Corán sugiere que Thamud vivió en este lugar un tempo muy remoto en el orden cronológico después de la decadencia de Add.