“Relatos del Corán” (Historias de los profetas) Hoy: Capitulo 15 JOSÉ (5), José entre sus hermanos y su padre De Mohamed Ahmed Jad Al Maula, Mohamed Abu Al Fadel Ibrahim y Ali Mohamed Al Bajaui Al Said Chatta. Traducido por Said Jedidi y editado, por Dar AlKotob Al Ilmya
"Relatos del Corán"
(Dar Al Kutub Al Ilmiya-Beirut)
Putifar estaba seguro de la inocencia de José. Tenía en él una confianza sin límites, pero al mismo tiempo, amaba a su esposa, no pudiendo negarle absolutamente nada. Debido a lo cual accedió a su solicitud de infligir a José un castigo proverbial, pretendiendo que lo había deshonrado, cediendo ante la falacia de su esposa. “Debes vengar mi dignidad – le dijo- y realizar mi deseo de ver a este hombre humillado. No encontraré la consolación hasta que José sea entregado a un destino funesto”.
A pesar de estar seguro de su inocencia y de su castidad, Putifar envió José a la prisión, entregándose por completo José a Allah y a Su Voluntad y agradeciéndolo por haberlo salvado, una vez más: una vez al ser arrojado en lo más profundo de un pozo y esta vez, poniéndolo a salvo de la seducción de las mujeres.
José se encontraba en prisión sin cometer crimen alguno. A falta de justicia se encontró en las tinieblas. La preocupación estaba lejos de abordar su espíritu, entregándose a Allah con una conciencia tranquila y un corazón tranquilo. La prisión y la soledad, las cadenas y las tinieblas le eran más aceptables de lo que le propusieron. La celda obstruida le protegía contra todo acto de adulterio y de un delito al no poder resistir a los efímeros instintos. Evidentemente, estaba triste porque no podía circular libremente y no encontraba junto a él más que a prisioneros criminales o inicuos. De repente se le ocurrió una idea: ¿Por qué no predicar con la verdad y la virtud, ensenándoles los preceptos de la religión? De este modo podría desempeñar el papel del consejero fiel. En realidad los usos y costumbres constituyen el fundamento de la sociedad y él mismo era víctima de la injusticia. ¿Por qué no intentar ayudar a estos criminales a deshacerse de su cometido? ¿Acaso, su objetivo no era justamente el extraer los gérmenes del mal enraizados en los espíritus de la gente descarriada? Reformar la situación moral de los detenidos era, para él, un deber impuesto por la conciencia.
Además, José no era la única víctima. Otros prisioneros, como él, eran víctimas de injusticias atroces. En todo caso podía encontrar en estas celdas a gente sencilla, pasiva y pobre. ¿Le puede consolar esto? ¿Por qué no compartir con ellos la felicidad y la desgracia? Era consciente: ha venido el momento de prepararse a hacer frente resueltamente a los sufrimientos y al padecimiento. Allah le Había Prometido la profecía y esto le bastaba y le sobraba. Para él se trataba de una dignidad sin par, una inigualable riqueza, una gracia más duradera. ¡Qué más podía desea o exigir!
José permaneció en la prisión durante mucho tiempo, consagrándose a apoyar a los más débiles, a ayudar a los enfermos y a aconsejar a los descarriados, inculcándoles los usos y la moralidad con los demás. Los prisioneros acabaron por quererlo. Les inspiraba buen augurio y su presencia se convirtió para ellos en un verdadero alivio.
Con él, en la prisión, había dos jóvenes. Uno de ellos, guardián de provisión y el otro portador de agua. Como José, ambos habían sufrido, en el curso de su detención, de todo género de atrocidades. Un buen día vieron en su sueño algo que les inquietó sobremanera, tomándolo por un mal presagio. Se fueron corriendo a ver a José a quien pidieron que les interpretara la preocupante visión.
El portador de agua dijo: “Me vi en un campo de viña verde y alegre encorvado con un traje de faena. Tenía en la mano un vaso de soberanía en el que exprimía uvas”.
Por su parte el guardián de provisiones contó: “Yo, soñé que llevaba sobre mi cabeza cestas con diversas comidas y pan. Las aves venían y picoteaban antes de emprender un destino desconocido”.